Antes mi Instituto era como los demás. Al inicio de curso el mismo cosquilleo en los dedos que piden cadenas que los aten. Pizarras limpias de tiza, sillas y mesas guardan con respeto las marcas en el suelo. Y los alumnos. Esos seres complicados y aparentemente hostiles que mantienen su postura de estar contra todo y contra todos. Adolescentes en plena efervescencia que me miraban con fingida indiferencia tratando de descubrir “de qué palo va esta tía”. Antes los alumnos venían ordenados en una lista. Con un poco de suerte, esa lista tenía fotografía que me ayudaba a mirarles a la cara y saber que existían.
El claustro lo formaba un nutrido grupo de profesores que se habían acostumbrado a trabajar desunidos y que, de pronto, se descubrieron en peligro. Había menos alumnos y, a menos alumnos, menos profesores. Así que se inventaron los Fantasmas, alumnos solidarios que ni ocupaban silla ni rallaban las mesas con estúpidas promesas de amor eterno. Esos alumnos no pagaban material, pero tampoco lo consumían. Se limitaban a ceder sus nombres a una estadística, esa que dice que hacen falta tantos alumnos para mantener a tantos profesores. Gracias a ellos, esos hombres y mujeres condenados a salir del centro en busca de otros aprendices, se quedaban un año más para seguir haciendo, tan mal o tan bien como siempre, lo que siempre habían hecho. Todo iba bien, los números salían, las clases estaban más desahogadas.
Hasta aquel día.
-¿Me podéis explicar por qué mi padre ha recibido una carta en la que se le advierte de las reiteradas e insistentes faltas de asistencia a las clases de su hijo? Me gustaría saber a qué hijo os referís porque yo estoy estudiando en otro Centro.
El problema que este hecho fortuito, fruto de la descoordinación y la falta de comunicación entre un ordenador y su respectiva impresora, hizo que se reuniera de manera urgente a todo el claustro para pensar en una posible solución al problema.
Era evidente que aquel método ya no podía seguir utilizándose por riesgo a que llegase a oídos de “aquél que todo lo puede” más conocido como Inspector. Igual que era evidente que las bajas masivas de alumnos, 45 en total, produciría una reacción en cadena directamente proporcional en el ámbito docente, o sea un montón de profesores a engordar la bolsa de trabajo. Durante mucho rato discutieron y divagaron sobre lo mal hecha que estaba la Ley de Educación, sobre lo mal que llevaba el asunto el ministro, sobre lo poco comprensivos que eran los padres, sobre lo irresponsables que eran los alumnos... O sea, no dejaron títere con cabeza. Hasta que alguien levantó la mano entre las cerca de 100 cabezas.
-Muertos.
-¿Cómo? –la pregunta se repartió desde diferentes lugares de la sala.
-¿Por qué no matriculamos a muertos?
Un murmullo, primero de sorpresa y después de aprobación, fue extendiéndose por toda la sala hasta llegar al director que miraba, entrecerrando los ojos, a través de sus gafas. No era conocido precisamente por su temor a saltarse las normas si lo consideraba necesario. Después de unos segundos, asintió.
No era algo difícil de hacer, un poco de interés, averiguar quién y cuándo, conseguir números de documentos de identidad con nombres y apellidos. Ir y venir de datos del cementerio a la Secretaría del Centro. Se prepararon los grupos clase, se les dio un currículum e, incluso, se les permitió escoger, simbólicamente, algunos créditos variables. A la hora de montar los grupos se optó por la forma más sencilla y en la que todos estuvieron de acuerdo. El grupo 4D se reservaría a los alumnos “especiales” por aquello de que estaban difuntos. El equipo docente aprovecharía las horas de dedicación a este grupo para realizar tareas propias de su trabajo, corregir exámenes, preparar exámenes, corregir deberes, leer el periódico…
El día de inicio de las clases, a las ocho de la mañana, los alumnos esperaban a las puertas del Instituto, como si entrar a clase fuese una acción deseada. Un viento frío recorrió a la multitud de adolescentes que se sacudieron como si el polvo se les colase por el cuello de las camisetas.
La profesora de pelo rizado e incómodas gafas granates entró en el aula con una carpeta a rebosar de documentos para revisar. Al acercarse a la mesa torció el gesto, le pareció una broma macabra que desde Secretaría le hubiesen dejado la orla con las fotos de 4D. Aún no había tomado asiento cuando la puerta se abrió y, uno tras otro, entraron aquellos cuyas imágenes revisaba atónita sobre el papel. Un frío intenso invadió el cuerpo tembloroso de la profesora y su corazón aceleró el latido hasta convertirse en una máquina imposible de manejar. Cayó al suelo fulminada ante la paciente mirada de aquellos jóvenes ilusionados por la nueva oportunidad que se les había brindado. Esperaron a que su corazón se detuviese del todo y sacaron las libretas. La profesora se levantó del suelo con un rostro levemente azulado y frío.
Reconozco que estaba algo aturdida cuando regresé a mi mesa y comencé a pasar lista. Me sorprendió el hecho de que ya no necesitaba aquellas horribles gafas granates.
El nuevo curso había comenzado.
espeluznante....
ResponderEliminarJajaja buen relato. Se me ha puesto el pelo de punta, sobretodo con el final.
ResponderEliminarSaludos.
Hola encantada de tu paso por mi Mirada.. un placer leer tu relato... intenso... inquietante..
ResponderEliminarUn saludo
¿Te puedes creer que, hasta que no he leído lo de los matricular a muertos, pensaba que hablabas en serio? Ser del gremio, es lo que tiene.
ResponderEliminarAntonia, tienes un Blog maravilloso, su contenido y el trabajo de narradora y crítica es espléndido. En las próximas vaciones voy a tratar de entrar y leer con tiempo a mis seguidores Se ha vuelto un reto en mi vida multiplicar el mismo tiempo de siempre y volverlo pedazos, para compartirlo, aparte del que utilizo en la vida cotidiana y sus avatares en general. Un abrazo y mi amistad para ti. ¡Felices Fiestas Antonia!, lo mejor de la vida para ti.
ResponderEliminarCreepy, que dicen los ingleses. Me ha gustado mucho el final.
ResponderEliminarBesitos.
Me gusta mucho tu relato, Antonia, me hace reflexionar y no sé qué es más escalofriante, si hasta dónde se puede llegar buscando "soluciones", el sorpresivo final, o pensar en cómo en nuestra "avanzada" sociedad se infravalora ese producto de lujo -al alcance de todos-, que es poder acceder a la enseñanza, o incluso el hecho de que, confesar abiertamente que te interesa aprender pueda convertirse en un "horrible estigma" que te lleve a ser un paria que no logre encajar socialmente... Me consuela, que aunque sea después de la muerte, como dices, alguien se conceda esa segunda oportunidad y piense que nunca es tarde para aprender. Por mi parte, como decía un Goya ya anciano, "Todavía aprendo".
ResponderEliminarMuy buen relato Antonia, me gusta tu blog. Te sigo
ResponderEliminarA mí también me gustó mucho el final. Lindo relato! Saludos,
ResponderEliminarMyriam
Mis felicitaciones, muy buen relato.
ResponderEliminarUn saludo.
apple, qué nombre más original (je, je)
ResponderEliminarUn saludo
Eleanor, me alegra que te haya gustado.
ResponderEliminarSaludos
Estrella, tienes un blog muy relajante, un bien necesario con tanto estrés. Me alegra verte por aquí.
ResponderEliminarUn saludo.
Ruth, ¿quién sabe? ¿Te has fijado en esas mesas vacías al final de la clase...?
ResponderEliminarLeticia, gracias por tus encantadoras palabras. Espero que consigas eso que tanto me cuesta a mí ¡tiempo!
ResponderEliminarTe deseo lo mejor también.
Besos!
littleEmily, ¿solo el final?
ResponderEliminarBesitos
Marga, "nunca es tarde para aprender" no es tan solo una frase, desde luego. Aunque, quizá, en mi relato lo llevo demasiado lejos ¿no crees?
ResponderEliminarUn beso
Olga, gracias por pasarte, espero verte por aquí.
ResponderEliminarUn abrazo
Myriam, quiero pensar que no solo el final. Gracias por tu comentario.
ResponderEliminarUn abrazo
María, bienvenida, me alegra que te guste.
ResponderEliminarUn saludo
Antonia...tienes un blog precioso...y veo que coincidimos en muchas cosas.
ResponderEliminarHa sido muy agradable darme un paseo, arriba-abajo con el cursor, y visitar algunas de tus entradas. Eso sí...iba danzando con mi taza de té ;) Nos leemos!!
María, gracias por venir a visitarme. Solo hay una cosa en la que no coincidiremos: el té, soy una cafeadicta, pero podemos compartir las pastitas ¿te apetece?
ResponderEliminarUn beso!
No se porque me suena mucho de lo que cuentas... Muy bien narrado y un un final muy original. Te sigo desde ahora, Antonia. Un abrazo desde ArteTorreherberos.
ResponderEliminar¡Espeluznante!De los que me gustan. Un beso
ResponderEliminarLa verdad es que he dado contigo y de entrada te felicito porque me encanta tu blog! Poco a poco buscaré ratitos para leerte!! Impecable , un besazo y que pases un estupendo fin de semana!!
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato de hoy.
ResponderEliminarEstos son mi debilidad..
Besos
Muy real creí que iba en serio tres cuartas partes del cuento hasta que me sorprendiste con el giro del final
ResponderEliminar¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨O
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Que tu hogar se llene
De paz, amor y felicidad
http://nidaeldore.blogspot.com
Daniel
Tamally maak
Sorprendente y original final. Me ha gustado.
ResponderEliminarUn saludo.
Paco Hidalgo, así que te suena ¿eh?
ResponderEliminarPues ten cuidado (je, je)
Un abrazo
La vieja encina, así ponemos el contrapunto a la Navidad. Me alegra que te haya gustado.
ResponderEliminarUn beso
Andrés, muchas gracias por tus palabras, espero verte mucho por aquí.
ResponderEliminarUn beso
mientrasleo, así que estos son los que te gustan..., pues ya pondré más. A mí me gustan los que te sorprenden al final, los ambíguos con final impactante.
ResponderEliminarUn beso
Daniel, no ibas mal encaminado. Muchas gracias por tus deseos y por el bonito árbol que me has regalado. Un beso y te deseo lo mismo para ti y los tuyos.
ResponderEliminarUn beso
desdelaterraza, gracias por pasarte. Con el próximo relato se servirá café y pastas.
ResponderEliminarUn beso y bienvenido
Terrible y divertido, querida amiga. No me percaté del jardín en el que nos habías metido hasta el final de la lectura. !Qué final!
ResponderEliminarQue termines bien el año.
Mucha salud
Antonia! Realmente un relato increíble. Siempre me sorprendes... ¿Es una nueva idea para un nuevo libro? Si es así avísame. Sabes que estaré encantada de leerlo. Un besito,
ResponderEliminarSandra
Puedes conseguir todo lo que te prpongas :)
ResponderEliminarhttp://patisire.blogspot.com/
Hola, Antonia, vengo a visitarte. Un buen relato y, sobre todo, bien resuelto. Y supongo que el problema de la falta de alumnos en algún lugar es real.
ResponderEliminarSandra! Me alegra mucho tenerte por aquí y que te haya gustado mi relato.
ResponderEliminarMuchos besos, guapa y ¡Feliz Navidad!
Hola PatiSiré, lo mismo te digo :)
ResponderEliminarMe pasaré por tu blog.
Saludos
S.M. Gracias por la visita y espero que vuelvas.
ResponderEliminarSaludos
Madre mía.
ResponderEliminarTal vez sea un relato morboso, pero me ha parecido que tiene un encanto especial.
Menudo blog, el tuyo.