viernes, 7 de octubre de 2005

Fotos. Prometo no contaros mis vacaciones...

Estas no son las fotos de mis vacaciones, al menos no las de un año. Son imágenes con significado para mí y quiero compartirlas con vosotros.


Aquí estamos, nuestra sombra nos sigue a todas partes.

París. ¿Habéis leido Peso cero? Seguro que os recuerda algo.

El Teide. Sueño con dormir algún día a sus pies.


El pasado, una de mis debilidades.

Un pueblo fantasma, algún día escribiré sobre ello...

miércoles, 28 de septiembre de 2005

Estoy sonriendo

Ha llegado. La esperaba.

Viene con su verde manto y lo cubre todo dejándome a oscuras.
Con ella llegan los recuerdos, aquellos que oculto tras una mirada lejana y media sonrisa.
Muchos creen que es negra y por eso busca la noche. Para mí es verde, como las hojas de los árboles en primavera. Como el césped húmedo después de que se vaya el Sol.

Hay quien la espera, la intuye y se encoge ocultando su rostro por temor a que se lleve el brillo de su mirada.

Otros susurran su nombre en el nombre del amado. Y se resignan.

También hay quien la niega mientras su piel se marchita, sus ojos se apagan y la sonrisa cae como las hojas de aquellos árboles que cubren con su manto seco la fría tierra.

A algunos los arrastra por los pelos y los lleva al muro de la desesperación desde donde se lanzan al vacío creyendo que en él hallaran el descanso.

Los más ingenuos se regocijan en ella, afirmando que les da sentido, grandeza. Creen que con ella todo es más hermoso, más profundo y auténtico.

Yo la espero porque estoy viva y en su camino. Sé que se irá, pero en su despedida se llevará un poco más de mí. Por eso la acepto cuando llega, pero la ayudo a marcharse. A veces le cuesta decidirse a emprender su viaje, pero yo no cejo en mi empeño, sin estridencias, sin grandes actos, le abro la puerta.

No se resiste, sabe que volverá y piensa que, quizá, algún día, no tenga que marcharse.

Estoy sonriendo, Tristeza.

miércoles, 14 de septiembre de 2005

¿Qué tal las vacaciones?

Bueno, ya está bien ¿no?
¿Habéis tenido bastantes vacaciones? ¡Qué pregunta más tonta!
¿O no?
Yo recuerdo a una compañera de trabajo que volvía del verano mucho más estresada de lo que se había ido. Y eso que era de las que si estabas trabajando con ella más de una hora seguida, la adrenalina que segregaba tu organismo era tanta que tenían que venir a sacártela con jeringuilla. Parece ser que sus hijas tenían mayor vitalidad que la madre. Los niños, esos incomprendidos tiranos.

Ahora toca eso de "tengo las pilas cargadas" y la mesa del despacho a rebosar de papeles por tramitar, ordenar, clasificar, redirigir. Y tú ahí delante de todo ese hostil y áspero material. ¿Que no has encontrado el compartimento de las pilas? Sí, hombre, está ahí, justo al lado de la cartera.

Los que tengáis niños habéis tenido, además, el plus de la vuelta al cole. ¡Eso sí que es estresante! Los libros (de cada cuatro, tres problemas), el material: "estos rotuladores no, que se secan en seguida, pero es que estos valen el doble, ya, pero duran más, ¿y si no los dejas destapados?".

También están las bambas, los chandals, la cartera, los nervios, el nuevo profesor, ¿con quien me sentaré? ¿Me pondrán muchos deberes? ¿Podré ir a clase de guitarra?
Y tú ahí en medio de todo, aguantando el chaparrón.

Luego hay quien me pregunta ¿es que no escribes?

Yo creo que con un par de vidas más, podré arreglármelas.

Ya estoy de vuelta.

viernes, 5 de agosto de 2005

¿Qué es un cólico nefrítico?


Pues es algo que duele muchísimo. Además, es un hecho que provoca en quienes te rodean una curiosa actitud: todos te dicen lo mismo: ¡Huy, eso es peor que un parto!

Tienen razón.

Yo he tenido dos partos y dos cólicos. En los primeros me dieron de premio un niño y una niña preciosos, dulces, suaves y que me hicieron olvidar todo lo demás. En los segundos me dieron una radiografía, dos recetas y muchos consejos, pero eso no me hizo olvidar el mal rato.

Todo empieza con un dolor de barriga:
¡Vaya! Mira que sé que no tengo que cenar ensalada...
 
La piedra no sé si será de calcio, de magnesio o de oro blanco, pero lo que sí sé es que es una traidora porque espera a que te duermas para empezar el descenso. Te despiertas y piensas: ¡no puede ser! Y te animas: ¡puedes con ello!

¡Ja!

Lo más desesperante es cuando llegas al hospital. Te ponen en una silla de ruedas, porque no te aguantas de pie, aunque lo mismo te hubieran podido poner en cualquier sitio. El celador te coloca en una cola, como la del cine. Yo tenía una señora delante que le dolía un pie. ¡Señora, se lo cambio! Estaba que me desmayaba, no podía más de dolor.

Poco a poco, la cola avanza. ¡Aguanta, que ya llegas! Intentas pensar en algo, aunque el cerebro no funciona muy bien en esos momentos. Te dices que sólo es dolor. ¡Anda leche! Tendré que pensar en algo más convincente. Me quedo sola, a la espera de que la señora del pie acabe con la médico director. Digo médico director, porque esa es la que dirige:
—Este a la 3, esta analgesia, esta a la sala de espera...

Ahí estaba yo, viendo en blanco y negro, aguantándome las ganas de gritar y cambiándolas por silenciosas lágrimas, ¡qué no veas cómo duele el condenado riñón!

Y entonces ocurrió: el celador que me acerca a mi destino, una ambulancia que llega y saca a una pobre anciana en silla de ruedas y el ambulanciero ¡más majo él! (mentalmente le di recuerdos para su santa madre) la coloca delante de mí. Ahí se me cae el mundo, me rindo, no puedo más, empiezo a sollozar. La mujer de la ambulancia, que tiene dolor de espalda, pero el corazón le va de maravilla, dice que puede esperar:
Atiéndala a ella, pobrecita, que le duele muchísimo.

La dulce médico director me dice que me calle, que primero se atienden las ambulancias, que ya estoy allí. ¡Pues que consuelo, oiga! ¿Y a mí qué me importa saber que estoy aquí si nadie me da nada que me calme el dolor?

Bueno, pues vale, te vomito aquí mismo que ya no puedo más. Y ahora, me desmayo. Tú verás qué haces. Espero que el suelo no esté muy frío, creo que eso es contraproducente...

miércoles, 13 de julio de 2005

Madurando, que es gerundio

He recibido un mail de una editorial ¡más güais ellos! Me dicen que están interesados en mi novela Peso cero ¡qué ilu! Me ofrecen la posibilidad de publicármela ¡qué detalle! Yo, ya, haciendo castillos en el aire, aquí una almenita de nada, allí pondré la ventana de colores...
Mira que ya lo decía mi padre, ¡Antoñita, que nadie da duros a cuatro pesetas!
Resulta que ellos tienen la delicadeza y consideración de publicarme mi novela, previo pago por mi parte de los costes totales y después, siguiendo con su talante delicado, ¡me dan el 50% de las obras! ¡Qué generosos! Si es que en esta vida aún queda gente honrà, no sé por qué van diciendo por ahí que ya no hay. Eso lo dice gente como mi amigo Fuckowski ¡que es más mal pensao!
Como el marido que le pega a su mujer y después le dice ¡no te quejes que te podía haber matao!
Cuando era pequeña, participé en unos juegos florales y quedé segunda. La que ganó se fue de viaje a Melilla y me escribía postales explicándome el calor que hacía y lo aburrido que era aquello. Otro año que tenía que cantar en el concierto de fin de curso, elegí "Cantares" de Machado y Serrat, pero mi profesor me hizo cambiarla por "La Saeta" porque la otra ya la habían cantado el año anterior. La mañana del concierto me puse mala ¡con una febrada! No sé como mi madre no se dio cuenta de que el termómetro había sido "manipulado" (las bombillas ¡cómo calientan!). Cada semana echo a la primitiva aunque no quiero, pero es que me sé los números (que siempre he echado a los mismos) y aunque no quiera tengo que hacerla porque si me entero que han salido ¡me muero! o me matan, que no sé que es peor. No quiero que me pase como a mi padre que sus últimas palabras en el lecho de muerte fueron para la Santa Primitiva, pero al paso que voy...

Cuando le preguntaba a mi abuela si era guapa, me decía que era "mu salá", cuando le preguntaba a mi madre si me quería me respondía "cómo no te voy a querer". Supongo que quería decir que sí.

Así que llegado a este punto de mi vida, con cuarenta años y sabiendo ya quién son los Reyes Magos y el Ratoncito Pérez, he pensado que les voy a decir que no. Que no hace falta que se tomen la molestia de poner mi novela en una máquina impresora de esas que hacen mil impresiones (o más) por minuto y se dediquen a hacer libros con mis ahorrillos. Que no es necesaria tanta molestia.

Total, cualquier día me toca la primitiva...

viernes, 17 de junio de 2005

Aniversario

Era un día radiante de sol. Se despertó temprano y estiró los brazos desperezándose al tiempo que sonreía. El vestido colgaba de la barra de la cortina, expuesto como un cuadro a los ojos de su dueña. No era muy dada a ese tipo de florituras, pero no se sabe por qué ese día lo transforma a uno en un ser extraño.
Un café con leche para desayunar y después abrir la puerta que viene la Nuri. "¿Estás nerviosa?" pregunta que se repetirá durante el día en innumerables ocasiones en las que irá variando la respuesta en relación a la proximidad del momento crítico.
Pero ella no está nerviosa, está aburrida. Aguanta hasta las doce del mediodía antes de romper con la repetida amenaza de que no debe verle, trae mala suerte. Pero las ganas pueden más "¿te apetece tomar un vermouth?, ¡pues claro que me apetece!, te espero". La risa de los dos al verse es significativa, de la opinión que tienen de la suerte, y de las ganas de verse.
Saben que es un día especial, el primero de algo que comienza para durar. Saben que el camino no es fácil, conocen el percal, no es su estilo el engañarse. A pesar de ello, se sienten felices.
Ella regresa a casa para comer, toca mucho el plato, lo mira, le da vueltas. Después de un tiempo prudencial que permita a sus progenitores un mínimo de cancha, se levanta y se va a la ducha.
Montse viene a peinarla, no es peluquera, es solo una compañera de trabajo a la que le gusta peinar. Ella no quiere cosas raras, ni alcachofas, ni ensaimadas puestas sobre su cabeza. Sus rizos y un discreto tocado. Muy discreto. Quiere que la vea a ella, no a una caricatura de sí misma. Él sabe quién es, no tiene nada que ocultar.
De pronto llaman a la puerta "¿quién es?, el fotógrafo, ¿yaaaa? Pero si aún no estoy vestida". Con él llega la Toñi, va a ayudarla a vestirse, tantos años siendo amigas y ese nudo en la garganta.
Una vez dentro del vestido una sensación de solemnidad se apodera de ella. Ahora sí, ahora ya está segura. Cuando llega a la Iglesia, una sencilla parroquia de barrio donde todo el mundo se conoce, del brazo del Nono, que además es su padre, tiene ganas de llorar. Suena el canon de Pachelbel y su melodía en crescendo va acelerando sus latidos. El altar está vacío. Con las notas del canon un montón de amigos se levantan de su sitio en los bancos y lo visten, las flores, el mantel, las guitarras. Él entre ellos, como uno más. Ella contemplándolo con una sensación entre dulce y amarga. Dulce porque llega y amarga porque se va.

Dieciséis veces han celebrado aquel momento. No hay regalos del Corte Inglés, ni tartas con su fotografía. Sólo un "por tus defectos más que por tus virtudes" y un vermouth en una terraza al Sol.

sábado, 21 de mayo de 2005

¿Quién es Antonia Romero?



Nací en Barcelona. Bueno, en una clínica de Barcelona, al menos eso dice mi madre, porque yo no me acuerdo. Eso ocurría el 20 de febrero de 1965, por lo que soy piscis por los pelos.

Mi profesión, o eso que haces para que te paguen un sueldo a fin de mes, es administrativa. Soy funcionaria de la Generalitat de Catalunya. Nunca he digerido ninguno de los dos conceptos: administrativa y funcionaria. Pero este tema daría para una novela. Mi vocación es escribir, cuatro novelas y varios relatos son mi equipaje.

A los ocho años leí mi primer libro "La pequeña Dorrit" y ya no pude parar. Combiné durante años jugar a polis y ladras con "Los cinco se van de camping", el pichi con "Las aventuras de los tres investigadores", la comba y la goma con "Las mellizas en Santa Clara". Hasta que finalmente la estatura y otras partes prominentes de mi cuerpo me impidieron seguir jugando a esos juegos. Pero no me
impidieron leer.

Me gusta el cine clásico, las películas en blanco y negro. Una de mis favoritas: "La loba", de William Wyler. Leo de todo, no tengo un tema favorito. El libro que más me marcó: "La hora 25", de Virgil C. Gheorghiu, una maravilla, lo recomiendo.

A pesar de mis 40 años se me sigue poniendo el vello de punta al escuchar "Another man's woman", de Supertramp, aunque no tengo ni idea de qué dicen. Lloro con el "Adagio" de Albinoni y Billy Joel es mi solista favorito. Me sorprende que Manolo García me comprenda tan bien, sin ni siquiera conocerme y creo que Ella Fitzgerald sería una estupenda compañera de viaje.

Reconozco un buen amigo en las risas que compartimos. Me encanta el helado en todas su formas y no soporto a la gente que no valora las cosas importantes: el viento entre las hojas de los árboles, una tarde de sol o una caricia.