martes, 30 de octubre de 2012

Nadie va a creerte

Miraba por la ventana tratando de reconocer, al menos, el paisaje. Detrás de ella, el cuerpo inerme de Jandro dejaba que la sangre se escapase lenta, pero inexorablemente. Al ver pasar a uno de sus vecinos no pudo evitar recordar que también le había visto por la mañana, cuando salía de casa para ir a trabajar. Aquellas horas le parecieron entonces una distancia inabarcable para su cerebro resquebrajado.
  
Cuando era niña, solía esconderse debajo de la mesa a la hora de irse a la cama. Aquel momento le resultaba especialmente aterrador. Cuando su madre la arropaba y le daba las buenas noches ella siempre trataba de retenerla con alguna excusa. Nunca se atrevió a decirle cuánto miedo le daba que la dejase sola en la semipenumbra de su habitación.

En la pared había una Virgen de porcelana con las manos juntas en actitud de oración. Era tan solo una talla colgada de una alcayata, pero para ella suponía la personificación de sus terrores más profundos.
 
Cuando su madre salía de la habitación aquella imagen cobraba vida. Giraba el rostro hacia la niña y, oscureciendo sus ojos, transformaba la dulce sonrisa en una mueca espeluznante. La pequeña no podía resistirse al terror y se escondía bajo las cobijas, temblando como una hoja, hasta que se quedaba dormida. Entonces las pesadillas se hacían cargo del resto.

Miró aquellos ojos oscuros que la observaban desde la pared. Una semana hacía que había muerto su madre y doce los escalones que llevaban al desván de la vieja casa familiar. Le había preparado una caja con sus recuerdos. Sujetándole con fuerza del brazo, ya moribunda, le había insistido en que debía llevársela de allí

Jandro se enamoró de la talla, deformación profesional, y la colgó en la pared que vigilaba su cama.  Noche tras noche, ella se escondió bajo las sábanas ante los ojos siniestros y amenazantes de la figura.

La sangre goteaba sobre la alfombra blanca. Nadie iba a creerla.
Era una hermosa talla.
Nada más.

 


miércoles, 10 de octubre de 2012

La Tijera

No tiembla su hoja ante mi mirada, me habla de seguridad y fragilidad, en un magnífico plano, en mitad del Universo ambiguo. Al borde del abismo, sujeta por mi mirada, me hace preguntarme ¿qué ocurrirá después? ¿Qué pasó antes?

Cansada del trabajo rutinario, de un mundo de papel, cartón, tela y quien sabe qué más argumentos, hastiada de no ver más allá de su vacío. Temerosa de acercarse a aquello que ama porque sabe que su beso rompe y rasga. Creada para servir y olvidada en un cajón a la espera de ser sostenida por mano firme y cálida, que susurre en su oído de metal los deseos más imposibles, los sueños y proyectos más creativos. Sueña que la dejan desfilar por colores luminosos y después permiten que se entretenga en el detalle y la forma.

Sus antepasados la contemplan desde la Antigua Grecia. Cimbrean los troncos desnudos de las flores que ha cortado. Los cabellos que ayer adornaban el rostro amado, ella los hizo caer con precisión de cirujano y dolor que no se siente. Fue ajuar funerario de tumbas lejanas, ocupó las manos de princesas y lacayos. Ha estado en permanente actividad, desde casi el principio, y cada nuevo día la convierte más en lo que fue. Apenas ha cambiado su aspecto desde aquellos tiempos de la antigüedad, tan perfecta es su forma que no ha necesitado de maquillaje ni cirugía reparadora. De plata y oro la hicieron, de acero se ha visto cubierta, siempre para el mismo fin. Siempre con la misma distancia del demiurgo dominante. Sostenida, amarrada, acompañada en su viaje de separar y reconvertir aquello que fue en algo nuevo.
Si me pidiera ayuda no podría dársela, permanecerá cautiva de las miradas ajenas a su arte. Callada, en un mutismo obligado, sus músculos de acero teñidos de mi roja sangre. Por siempre quieta. Por siempre distante.

¿Que cuándo te dejaré libre? Nunca, ingenua dominante. Creíste que esperabas y no era cierto. Ya nada esperas, se acabó el tiempo de mantenerte al acecho de su llegada, dispuesta a ayudarle en su tarea. Siempre estuviste para ese borde y canto, siempre dedicada y entregada. Ahora descansa, aprovecha el olvido para recordar, despierta aquellas imágenes dormidas en tu memoria. Recuerdos tuyos de recuerdos de otros. Momentos en la vida de cada uno que quedaron fijos en una imagen que tú recortaste y convertiste en amuleto. Estuviste en mis manos y aquel recuerdo amargo se hizo añicos entre tus brazos, sujetos por dedos que se clavaban en tus ojos. Cuántos como yo se servirían de ti para borrar el pasado, cuántos para huir, creyendo que había para ellos un nuevo futuro. Quitaste las notas de mi partitura y dejaste la canción tal cómo la quería escuchar, tan sólo aquello que de veras me pertenecía, quebrando la parte del tronco que nos unía. Ahora mis álbumes de fotos aparecen mutilados y mis recuerdos, olvidados. ¿Por qué será entonces que siempre que las miro veo lo que ya no está, lo que tú quitaste y convertiste en migajas que dar a la tierra? ¿Por qué allí donde ya no hay nada mis ojos se quedan fijos y puedo sentir el sonido de tu quehacer, de tu abrir y cerrar acompasado?

Igual que siento tu fría hoja entrando en mis entrañas.

 
Él se fue, yo me voy. Se apagará la luz y se oscurecerá el mundo, un mundo recto y tajante en el que nunca más hundir tus manos.