viernes, 25 de enero de 2013

Entrevista con Marta Querol

Escribe menos de lo que quisiera, aunque más de lo que esperaba. Y leen sus novelas, menos de lo que quisiera, pero más de lo que esperaba. Antes de esto corría por todas partes. Estudió una carrera que nunca ejerció, hizo dos máster, tuvo familia, y trabajó sin parar. Hasta que un día, toda esa actividad se detuvo y decidió sentarse a escribir comenzando una nueva y fructífera etapa de su vida.
 
Escribió durante cuatro años en un periódico. Su primera novela «El final del ave Fénix», voló al Premio Planeta y quedó entre los diez finalistas y en 2012 fue publicada por Ediciones B. Después llegó la segunda parte de esta excelente saga familiar, titulada «Las guerras de Elena», que de momento podéis conseguir en formato digital en Amazon, pero que este año 2013 verá la luz en papel, también con Ediciones B.
 
Hola, Marta, me encanta tenerte aquí. Tengo mucha curiosidad por conocer tus respuestas a mi personal cuestionario Proust. Los escritores tendemos al ostracismo y será muy interesante descubrir quién se esconde realmente tras esa melena rubia y esa pose melancólica.
 
Espero salir viva de la entrevista.
 
1. ¿Qué rasgo de tu personalidad como escritor/a destacarías?
La pasión que pongo en ello. Creo que pongo fuerza e intensidad en lo que escribo. También el realismo. Necesito ver con claridad cada escena, cada diálogo, creérmelos como si estuvieran pasando en ese momento. Y la sencillez, huyo de florituras o excesos verbales. O eso creo.
 
2. ¿Qué cualidad esperas de un escritor o escritora?
Que me atrape lo que escribe, sea del género que sea. Si consigue meterme en su mundo, le beso los pies. Esto parece sencillo pero hay muchas cosas que me sacan de la historia, como la inverosimilitud, la retórica mal empleada, las descripciones excesivas… Así que eso es mucho.
 
3. ¿Qué esperas de tus amigos cuando les das a leer un manuscrito?
Poco, la verdad. Creo que tienden a ser demasiado benévolos y si no lo son, como a mí me lo parecen, pues tampoco les creo. Prefiero opiniones ajenas a mi entorno. Bueno, lo que sí que espero es que al menos disfruten.
 
4. ¿Cuál crees que es tu principal defecto a la hora de escribir?
Cuando empecé era la falta de organización previa. Ahora es la inconstancia. Hago demasiadas cosas y no llevo el ritmo que debiera. También la falta de autodisciplina para cumplir la línea trazada. Me van surgiendo subtramas no previstas, y me da una pena cargármelas…
 
5. ¿Cuál es tu ocupación favorita? (sin contar la escritura)
Leer, de todo. Me apasiona, leo en cualquier sitio. Y también me gusta el cine, pero casi no voy, sale mucho más caro y si el libro me atrapa lo paso incluso mejor y me dura más.
 
 
6. ¿Cuál es tu sueño de felicidad?
Sentirme en paz conmigo misma. Y para que eso se dé, tengo que percibir felicidad en los que me rodean, o al menos que no sufran.
 
7. Si pudieras ser otra persona ¿quién te gustaría ser?
Como escritora, Ana María Matute. Pero en general, siempre he dicho que en mi próxima vida quiero ser mi amigo Toni Sánchez. Un día que nos veamos te lo explico.
 
8. ¿Dónde te gustaría vivir?
Siempre me gustó viajar y eran muchos los sitios en que me sentía como en casa. Pero con los años me he vuelto más tranquila y me conformo con algún sitio frente al mar donde se escuchen las olas. Creo que no podría vivir en una ciudad sin mar.
 
9. ¿Cuál es tu lugar favorito para escribir?
Me encanta escribir en el apartamento, con el mar de fondo, pero casi nunca puedo escaparme. Siempre escribo en casa, en mi sofá (porque es mío, y solo mío).
 
10. Tus novelas favoritas son:
Por tratar de buscar libros clásicos conocidos, me impresionaron: Cien años de soledad; Beloved (porque la leí muy joven); y Orgullo y Prejuicio me parece sublime. Pero podría seguir y seguir: Camilleri, los clásicos thrillers de Frederic Forsythe que me dejaban sin dormir hasta las tantas, la prosa delicada de Marta Rivera de la Cruz o Ana María Matute, Almudena Grandes; los clásicos franceses e ingleses del XIX ; el humor de Tom Sharpe, Jardiel Poncela o Mendoza… No puedo quedarme con uno, ni con diez. Creo que ni con cien.
 
11. Esas novelas que no pudiste terminar por…
Uf, prefiero no mencionarlas. Me ha pasado con tres nada más, pero porque hasta no hace muchos años me empeñaba en acabarlas aunque muriera en el intento. En las tres me dormía con el libro en las manos, incapaz de fijar mi atención. Por cierto, dos eran ambientadas en la antigua Grecia.
 
12. Tus héroes y heroínas de ficción
No soy de héroes, pero me han cautivado Elisabeth y Darcy, en Orgullo y prejuicio, y Blasco de Exea en Venganza de Sangre. O el Conde de Montecristo. O Inés (y la alegría) con sus rosquillas. Si es que empiezo a pensar y la cabeza se me llena de «gente» maravillosa.
 
13. Tus pintores favoritos
Me emociona el impresionismo francés. También Goya en la época negra. Dalí me gustaba mucho de joven pero me ha cansado. Sorolla, casi todo lo de Hopper, algunos cuadros de Munch que descubrí al leer su biografía, y el realismo de Antonio López. Vamos, una mezcla rara (sonríe).
 
 
14. Tus compositores favoritos
Al decir compositor, que no grupo o cantante, entiendo que te refieres a clásicos. Chopin, Tchaikovsky, Claude Debussy, Stravinsky, y por supuesto Mozart, aunque no soy ninguna entendida y escucho más música contemporánea. Pero sus piezas más conocidas me emocionan.
 
15. El escritor o escritora que más admiras
Admiro a Ana María Matute por todo lo que ha conseguido, por haberlo logrado en una época en que las mujeres en la cultura eran casi invisibles, por su humildad, por su arte, en definitiva, por ser como es. Y paradójicamente, a la famosa L.D. James o los Dan Brown del mundo, por conseguir que sus libros, a pesar de todo, sean número uno mundial. Me gustaría saber hacerlo, porque me vendo fatal.
 
16. ¿Qué talento natural te gustaría poseer?
El de la meditación. Ser capaz de dejar la mente en blanco. Lo intento, pero no hay manera. O pienso en mil cosas, o caigo dormida.
 
17. ¿Qué le pides a la literatura?
Que me deje ser parte de ella, que me haga un hueco, aunque sea pequeño, cálido y duradero.
 
18. ¿En qué momento considerarías que has triunfado en la vida?
Cuando esté en paz conmigo misma.
 
19. ¿Cómo crees que será tu vejez?
Corta.
 
20. ¿Cómo desearías morir?
Como casi todo el mundo, supongo: de un infarto mientras duermo, y con un pijama digno.
 
21. ¿Cuál es tu lema?
Una mujer solo retrocede para coger carrerilla.
 
 
Háblanos un poco de tus proyectos. ¿Estás trabajando en alguna novela?
 
Tengo que terminar la trilogía de «El final del ave Fénix», y en ello estoy. Es la parte tal vez más dura de la historia, y me está costando. Y tengo un par de argumentos en la cabeza que me están distrayendo, pero prefiero no comentar de qué van (misterio).
Pues ya hemos terminado y creo que tus lectores podrán conocerte un poquito mejor después de hoy. Espero que sigas cosechando éxitos y, sobre todo, que seas feliz.
 
Espero no haberme pasado con las respuestas, pero siempre me costó quedarme solo con una cosa. Ha sido un placer compartir estas pequeñas intimidades.

Si queréis saber más de ella podéis encontrarla aquí.

domingo, 20 de enero de 2013

Mis renovados pecados literarios


 
Intento convertir la escritura en una rutina cada día, pero raras veces cumplo con mi propósito. Y las excusas siguen siendo las de siempre: dos horas no es suficiente, los lavabos necesitan un repaso, ¡qué bonito es ese cuadro de la pared!

Estoy siempre presente en todo lo que escribo, ¿cómo iba a perdérmelo?

Podría escribir sin ordenador, sin máquina, creo que podría escribir, incluso, sin papel, pero no puedo escribir sin una taza al lado. De café, por supuesto.

Adoro a mis personajes. Me encantaría tener una charla con Maite y decirle unas cuantas cosas que me contó Lucía.

Sigo leyendo a los clásicos. A unos más que a otros. No me gusta todo lo que han escrito, pero no importa, es lo que tiene el cariño.

Leo muy, muy, muy despacio. Tardo mucho en acabar los libros que escojo. Ahora leo en ebook, así que, en lugar de cerrar el libro para pensar en lo que acabo de leer y que me ha impactado de algún modo, dejo el iPad a un lado y medito. Y eso ralentiza igual la faena. Si no tengo esa necesidad es que el la historia no ha llegado allí donde debería.

Todo el mundo sabe que tengo una gran debilidad por el siglo XIX.

Sigue sin gustarme Chejov.

Y sigo adorando a Charlotte Brontë y Jane Austen.

Mi capacidad comercial ha mejorado algo, aunque sigo siendo mi peor vendedora.

Me siento frente a la pantalla del ordenador a escribir, pero antes entro "un momentito" al Facebook y al Twitter. ¡Hay que ver lo rápido que pasa el tiempo! Unos tuits de nada y ya tengo que ir a preparar la cena.

Para cada novela tengo una carpeta. Dentro de esa carpeta tengo otras carpetas organizadas por meses. Dentro de la carpeta de cada mes tengo los archivos de trabajo diario. Cuando acabo una novela hay tantos archivos con el mismo nombre y distinta fecha que parece que haya escrito una enciclopedia.

Nunca contabilizo las palabras que tienen mis novelas. Sí, ya sé que el Word te lo dice si quieres. Pero es que no quiero.

Sigo comprando muchos libros, demasiados para el ritmo al que leo. Pero ahora, al menos, me sale más barato y no ocupan sitio, porque son ebooks.

Sigo luchando por no ser de esos escritores que solo saben hablar de lo que escriben. ¡Qué pelmazos! Prefiero a mi hijo explicándome su rutina de máquinas del gimnasio.

Canibalizo a mis semejantes. Escucho mucho a los demás. Interiorizo sus cotidianidades y las guardo ocultas en mi cerebro, hasta que un día se convierten en una historia dentro de una novela.

En catalán hago castellanismos y en castellano, catalanismos. Sigue siendo inevitable y casi una seña de identidad.

Uso el diccionario de sinónimos del Word. Y el diccionario de la Real Academia. Y el Panhispánico de dudas. Y Google. Y Google Street View. Y la Wikipedia.
Y sigue irritándome que la gente quiera acentuar el adverbio solo "siempre", cuando eso no es lo que decía la norma.

Cito:
3.2.3. sólo/solo. La palabra solo puede ser un adjetivo: No me gusta el café solo; Vive él solo en esa gran mansión; o un adverbio: Solo nos llovió dos días; Contesta solo sí o no. Se trata de una palabra llana terminada en vocal, por lo que, según las reglas generales de acentuación ( 1.1.2), no debe llevar tilde. Ahora bien, cuando esta palabra pueda interpretarse en un mismo enunciado como adverbio o como adjetivo, se utilizará obligatoriamente la tilde en el uso adverbial para evitar ambigüedades: Estaré solo un mes (al no llevar tilde, solo se interpreta como adjetivo: ‘en soledad, sin compañía’); Estaré sólo un mes (al llevar tilde, sólo se interpreta como adverbio: ‘solamente, únicamente’); también puede deshacerse la ambigüedad sustituyendo el adverbio solo por los sinónimos solamente o únicamente.




 

lunes, 7 de enero de 2013

Portada de La Tumba compartida



Aquí tenéis la portada, que han hecho en Ediciones B, para La Tumba compartida en papel. Espero que os guste tanto como a mí.