Bueno, aquí me tenéis de vuelta del resacón de las
correcciones a diestro y siniestro, de las vacaciones no pagadas y de las
tareas pendientes.
Terminada la tercera novela de la Saga: He sufrido, he
llorado y he madurado un poco con Ada, su protagonista. También he descansado y
empiezo de nuevo la tarea de dar vida a esta Saga en su cuarta entrega.
Muchos lectores de La Tumba compartida me han preguntado por
qué me decidí a escribir esta Saga Juvenil. La respuesta es muy sencilla. La
adolescencia es una edad que me interesa especialmente. Por mi experiencia he
llegado a la conclusión de que este es el periodo vital más peligroso y, por lo
tanto, uno de los más importantes en la vida de cualquier ser humano. Intentar
meter en el cerebro de un niño los miedos, responsabilidades e incertidumbres
de la edad adulta es una tarea muy difícil, requiere de mucha atención y un “acompañamiento”
constante. Los jóvenes se encuentran enfrentados de pronto a lo que les
supondrá ser adultos. Tienen que tomar decisiones sobre su futuro, hacer frente
a sentimientos y sensaciones que les son desconocidas. Tienen que “aceptar”
responsabilidades y aprender que los actos tienen consecuencias.
Ya abordé el tema de la adolescencia en mi novela Peso cero
y lo hice con la excusa de la anorexia de Alicia entrando en el tema de la
familia y los amigos.
Mi nueva protagonista, Ada, se encuentra con un dilema mucho
más sorprendente. Sus miedos (podríamos decir terrores, más bien), su
aceptación de la pérdida y el abandono la llevarán a un horizonte de soledad
que solo podrá asumir y superar si los demás dejan de mangonearla y puede, por
fin, tomar las riendas.
¿Salen vampiros? Sí, pero son vampiros muy especiales. Cuatro razas con
una amplia gama de peculiaridades. Y hay acción y misterio y amor. Y mucha música. Esto es una
novela, no me he olvidado de ello.
Si queréis conocer a Ada y descubrir cómo se enfrenta a su
destino, me encantará escuchar después vuestras opiniones.