domingo, 16 de diciembre de 2007

Qué dura es la fama

Hace un par de días me pasé por la página oficial de Arturo Pérez Reverte y estuve leyendo un artículo de su pluma, estilo “desatasca tripas” al que nos tiene acostumbrados.

He de reconocer que aunque me gusta su manera de sacar los colores al personal también me canso si leo muy seguido sus artículos porque se me colapsan los filtros que tengo para la crítica en general.

Del señor Reverte mi obra favorita es La tabla de Flandes. Por aquél entonces era un desconocido para mí y su manera de decir las cosas me resultó tan novedosa que leí aquella novela de un tirón, sin apenas interrupciones.

Pues bien, como decía al principio, hace un par de días me pasé por su página y leí el artículo titulado: Abordajes callejeros y otras situaciones y después, como me ocurre a veces, no pude dejar de pensar en él, me refiero al artículo no al señor Reverte.

Nunca, jamás, he pedido un autógrafo a nadie, ni se me ha ocurrido acercarme a una persona que admiro a decírselo. Creo que me moriría de la vergüenza. Por si acaso, no voy a probarlo, pero reconozco que tengo algo de fetichista. Lo confieso: vi un bolso en un capitulo de las Chicas Gilmore y lo he buscado durante una buena temporada.

Este verano, sin ir más lejos, después de una larga excursión al Lago Negro, en la Ribagorça, cuando ya regresaba al coche, con las piernas rotas, y tan cansada que no me acordaba ni de mi nombre, me crucé con un actor de una serie catalana que seguíamos en casa. Él iba en grupo y comenzaba la marcha. Mi hija y yo nos miramos las dos y nos preguntamos “¿es él?” las dos asentimos y nos dio un poco esa risa tonta que da cuando tienes la sensación de saber algo que nadie más sabe.

No negaré que hay personas a las que conozco por su “palabra” con las que me encantaría pasar un buen rato. Una tarde de charla con Jostein Gaarder, una comida con Amy Tan, un paseo por las Ramblas con Manolo García o, ¿por qué no? un café con Arturo Pérez Reverte.

Al señor Reverte le conozco como escritor y está en sus libros. Al otro, al que le gusta pasear, subir en globo, o lo que sea que le guste hacer, a ese no he tenido el gusto de que me lo hayan presentado y, por lo tanto, si me lo encuentro en un café intentaré ser discreta y que no se percate cuando le dé un toque a mi pareja por debajo de la mesa al tiempo que señalo con la mirada…
…mientras intento no imaginarlo en la precaria situación que narra en su artículo, no vaya a ser que no pueda contener la risa.
Perdón.

9 comentarios:

  1. ¡Ay, qué artículo más estupendo! La gente no tiene medida, leche.
    Yo soy como tú, cuando veo un famoso sonrío y me quedo mirando con cara de tonta hasta que me doy cuenta de que estoy mirando con cara de tonta y giro la cabeza. Jamás me atrevería a pedir un autógrafo en plena calle, ni a mi actor/escritor favorito; si fuera la presentación de un libro o película sí, pero así, a plena luz del día...
    Qué risa, madre.

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  2. Anónimo8:26 a. m.

    El Reverte en su línea y tú, Antonia, con esa fina ironía que te caracteriza.

    Sigo leyéndote aunque he cerrado mi blog, demasiado trabajo para tan poco hombre. Entiéndeme, no vayamos a confundirnos.

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  3. Una vez en la presentación de un libro de otro autor en Barcelona -donde Reverte se prodiga poco por tener un gobierno nacionalista- tuve la ocasión de ver y oírle. Si bien su obra es básicamente de consumo general, al menos cada una de ellas tiene una cierta calidad y un gran cuidado en la información histórica.Otro cantar son sus artículos. Después de haber leído su Sin ánimo de ofender y su Patente de Corso creo que ya estoy un poco saturado de su crítica a los nacionalismos, a las erizas en pie de guerra, a lo políticamente correcto, a Llamazares, etc, etc... Por cierto,¿ la obra que citas no será El maestro de esgrima? o acaso de refieres a La tabla de Flandes? La obra que citas no me suena.

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  4. ruth, hay quien piensa que por verlos en la tele ya son un poco suyos.

    juan carlos, muy generoso, como siempre.

    luis, está decidido, te nombro revisor de mi blog con cargo honorífico. Era la tabla de Flandes, desde aquí un saludo a Rosa Ribas y a su Paul Van Dyck.

    Saludos

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  5. Pérez Reverte me parece un poco cansino de tan guerrero como se presenta a veces. Tiene la costumbre de hablar con bastante soberbia y luego justificarla con aquello de que ha sido reportero de guerra y ha visto lo peor del ser humano. En fin... Lo malo de ser famoso es que mucha más gente tiene acceso a los defectos de uno.
    Por lo demás, he de reconocer que El maestro de esgrima me gustó bastante.
    Un post estupendo, Antonia, una delicia.
    Besos.

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  6. No he le�do el art�culo que comentas de Perez Reverte, porque como articulista me cansa, me resulta un poco agresivo de m�s. Es cuesti�n de opiniones. En cambio, me gustan mucho m�s tus declaraciones en tu papel de Neptuno, que acabo ya de colgar en mi blog. Espero que te guste c�mo ha quedado "ilustrado". Un mill�n de gracias y hasta pronto.

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  7. Un artículo muy bueno. Desde luego, hay gente que no tiene medida, gente que, en general, es muy pesada. Hay quien cree que porque uno sea famoso se le puede dar la tabarra en cualquier parte y a cualquier hora.
    Yo sólo me atrevo a pedir firmas en actos destinados a ello, como presentaciones o ferias. En cierta ocasión, llegué tarde y el autor ya estaba de pie hablando con otra gente, así que me fui con el libro sin firmar. Fui incapaz de interrumpir su charla. ¡Y eso que era M. John Harrison!
    Un saludo.

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  8. Los medios de comunicación hacen que personajes que en otra época habrían formado parte de nuestro particular mundo mágico, se paseen por nuestro salón cuando andamos en pijama. Eso desequilibra a cualquiera. Aunque veo que con vosotros están a salvo.

    Besos

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  9. Yo soy incapaz de pedir un autógrafo, hasta me da vergüenza hacerlo en las ferias de libros. Me siento estúpida e infantil. Y cuando escucho a alguien que dice... me lo ha dedicado a mí, a mí... pienso: alma cándida, pero si no tiene ni idea de quien eres, si te lo ha firmado como un autómata mientras hacía cálculos de cuantos había firmado y traduciéndolos en comisión. Sé que hay autores que firman libros o regalan autógrafos porque sí, porque les apatece, porque se sienten generosos y agradecidos con quienes les reconocen, pero hay otros que es mejor echarles de comer a parte.
    Besos. Me encanta tu blog.

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