sábado, 8 de noviembre de 2008

En busca de la infelicidad

Me preguntaba ayer en una conversación por teléfono por qué la vida se empeñaba en ser tan dura con ella. La frase ¿qué he hecho yo para merecer esto? está tan vacía de contenido que cuando la escucho mi cerebro se queda en blanco.

Pertenece a un tipo de persona muy peculiar y extraña. Mujeres y hombres que forman parte de un entorno "normal", cotidiano, quiero decir, tienen familia y amigos a su alrededor, su proyecto de vida es el típico de la sociedad a la que pertenecen, o sea: casarse y tener hijos, una profesión en la que "crecer". Sin entrar en detalles personales e íntimos, lo más determinante de estas personas a las que me refiero es su interés visceral y permanente por ser infelices. No importa lo que ocurra a su alrededor, ni importa tampoco quiénes sean sus interlocutores. Tampoco importa lo mucho que te preocupes por ayudarles, ni lo que sufras por ellos. No importa, porque son inmunes a los demás, viven dentro de su propio yo, pendientes permanentemente de sí mismos. Son el yo, mí, me, conmigo. Buscando respuestas trascendentales para preguntas que se resuelven con un simple acto de fe. La fe de creer que uno mismo es capaz de tomar la decisiones correctas que le llevaran, si no a la felicidad, sí al bienestar y la paz interior. Estas personas, no sólo no quieren ser felices, tampoco soportan la felicidad en aquellos a quienes ven sus ojos. Todos sus recuerdos son amargos, todas sus experiencias están dirigidas por un ser cruel y dañino que ha buscado durante años hacerles daño de mil y un modo distintos. Todo el mundo a su alrededor es egoísta y desagradecido, ¡con todo lo que yo he hecho por ellos! Y, sobre todo, nadie comprende su sufrimiento.

Hace años alguien me dijo que en el mundo hay dos tipos de personas, las que te dan energía, que estando a tu lado te producen un efecto vitalizante, ganas de vivir, de hacer cosas. Y las que te la quitan, se la quedan ellos, te dejan cansado, sin ganas de nada, tu entorno se vuelve gris y de pronto el mero hecho de existir se convierte en un sin sentido. El problema de estas personas es que son hijas, hermanos, amigas, esposos y madres, y los que comparten espacio vital con ellas son atraídos a una espiral destructiva con un poder de atracción para el que no han inventado aún un nombre.

Buscar la propia infelicidad es una ardua tarea que consume demasiada energía, hacer siempre aquellas cosas que sólo te provocarán sufrimiento. Querer a quien no te quiere, despreciar a quien te quiere, menospreciar a quien le importas, quejarte, quejarte, quejarte...

Puedes irte, alejarte de esas personas, pero cuando vuelves a encontrarte con ellas te invade la misma sensación y el mismo sentimiento de angustia vital que antes te producían. Te consumen el alma, absorben tus ganas de vivir.

Y vuelve aquella tristeza.

Y después el alivio de sentirse lejos.


Fórmula de la felicidad según Eduardo Punset
(El viaje a la felicidad - Ediciones Destino)


FACTORES SIGNIFICATIVOS
E= Emoción al comienzo y final del proyecto.
M= Mantenimiento y atención al detalle.
B= Disfrute de la búsqueda y la expectativa.
P= Relaciones Personales.

FACTORES REDUCTORES DEL NIVEL DE FELICIDAD (R)
Ausencia de Desaprendizaje.
Recurso a la memoria Grupal.
Interferencia con los procesos automatizados.
Predominio del miedo.


CARGA HEREDADA (C)
Mutaciones lesivas.
Desgaste y envejecimiento.
Ejercicio Abyecto del Poder Político.
Estrés imaginado.

3 comentarios:

  1. Tomo nota de la fórmula. Un beso.

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  2. Qué cierto, Antonia.
    En mi trabajo trato con mucha gente y he comprobado lo que dices de esos dos tipos de personas. Hay personas que con sólo estar un rato con una le chupan toda la energía; y siempre son personas infelices. Curioso.
    Un abrazo.

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  3. Buena descripción. Creo que todos nos hemos topado alguna vez con alguien así. Son gente curiosa estos infelices vocacionales.
    No saben que la esperanza es lo último que se pierde ;)

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