viernes, 23 de junio de 2006

Siempre me gustó estar sola (y última)




Frente al espejo
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Estoy muy delgada. Diez kilos en un año. Tanto que lo había intentado con dietas milagrosas, aburridas, mortalmente prohibitivas, sin conseguir nada. Hasta ese año. Sin esfuerzo, sin darme cuenta. Creo que fue justo cuando supe lo que quería y gracias a él, como siempre. Él me mostró el camino, sin saberlo.

Hace una semana que tengo el traslado y aún no puedo creerme que vaya a hacerlo. Otra ciudad y una nueva vida.

Estos días me he acordado mucho de mi madre. De su mirada los últimos días. Me conocía bien. Cuando murió, sin apenas un suspiro, sentí un dolor tan fuerte que creí que iba a partirme el pecho. Era un dolor físico, como si alguien me hubiese golpeado con un palo de madera. Me costaba respirar y el dolor no cedía ni un milímetro de espacio al aire de mis pulmones. Hubiera querido tener a Javier para apoyarme en él, recostarme en su hombro, que me rodease con sus brazos y me consolara. Pero no pudo, le era imposible enfrentarse al dolor y la muerte. Se fue a tomar un café.
¿Y los días siguientes? Las frases huecas, usadas y gastadas: es mejor así, de esta manera no ha sufrido, ella sabía lo que le esperaba, la vida sigue...

Se colgó la bolsa de viaje en un hombro y el bolso en el otro. Sacó la maleta del armario y suavemente la deslizó sobre la moqueta sin hacer ruido.

Rocío me espera en el aeropuerto. Es triste que Javier creyera que montando aquella terrible escena el año pasado en mi cumpleaños conseguiría romper una amistad de tantos años. Triste y descorazonador. Pensaba que me conocía. Que Rocío es lesbiana lo sé yo, mejor que nadie. Antes de que su madre la descubriese besando a Bea Izquierdo de primero de BUP. Mucho antes.

Al llegar a la puerta de entrada soltó la maleta un instante. Se quitó el anillo de casada y lo dejó sobre el mueble del recibidor, junto a una roca volcánica que habían cogido en las calderas del Teide, en su viaje de novios.

El resultado de la mamografía ha sido el pasaporte para mi viaje. Cuando apareció aquel bulto en mi pecho me vi mutilada y sola. Me reconocí en el recuerdo de mi madre. Me vi sin cabello y sin compañía, asustada y sin un brazo en el que apoyarme. Me imaginé escondiéndome para vomitar, para sentirme mal y débil.
Me conocí por fin.
Y a él.

Se lo dije. Fue un intento a la desesperada, sabía que iba a perder algo que nunca había tenido, pero no pude resistirme.

Su mirada...

Aquella imagen fue una visión de futuro. No podía esperar nada de él, excepto que recogiese los platos de papel.

Pensé en todas las cosas que podía perder si me alejaba de él. Todas valían dinero.

Sacó el informe médico del bolso y lo dejó encima de la mesita.
Junto a la alianza.
La palabra "benigno" remarcada en negro.
La puerta del baño se abrió al tiempo que otra puerta se cerraba para siempre.

Fin?

martes, 13 de junio de 2006

Siempre me gustó estar sola (segunda entrega)


II


Fue una suerte que decidiésemos no tener niños. Ahora sería todo mucho más complicado. Yo sí quería. Supongo que como todas las mujeres hay un momento en la vida que las hormonas te juegan una mala pasada y llegan a dominar tus pensamientos y deseos. Entonces empiezas a ver niños por todas partes, niños en el parque, niños en la puerta del cine. Niños en los grandes almacenes saliendo de improviso de cualquier pasillo, a punto de atropellarte. Pero Javier es un hombre de hoy, con necesidades de hoy que para él se resumen en ganar mucho dinero y ganarlo pronto. Los niños no entran en ese proyecto.

Yo le admiro porque ha sido capaz de conseguir la meta que se había propuesto. Bueno, las metas. La primera: su aspecto. Es un hombre guapo, que se cuida, nadie podría encontrar un solo defecto en su físico por mucho que se lo propusiese. Yo me lo propuse, lo confieso, quería tener algo para tirarle a la cara en caso de necesidad. Pero no lo encontré. Físico, no.
Otra meta que consiguió fue librarse de la familia, la suya y la mía, por supuesto. Mi madre, con morirse, le facilitó mucho la tarea. Y la última, la del dinero, también la ha conseguido y, por supuesto, eso había que celebrarlo.

Me alegra que no haya visto las maletas, hubiera sido muy desagradable tener que dar explicaciones, hoy, precisamente hoy, que es mi cumpleaños y había toda esa gente invitada. Invitada por él, por supuesto. Yo sólo llamé a Rocío. Pero no ha venido. Me llamó: "lo siento cariño, pero no puedo ir a esa casa después de lo que pasó la última vez. Me apena por ti, pero si quieres podemos quedar después para tomarnos algo tú y yo solas". Y hemos quedado a las diez en el aeropuerto, mi avión no sale hasta las doce y cuarto de la noche.

No le reprocho a la única amiga que tengo que no haya querido venir a "mi fiesta". La fiesta del año pasado fue muy diferente. Había aprobado las oposiciones para médico de la Seguridad Social y con nota. Era la tercera vez que lo intentaba, la primera en serio. Estaba tan entusiasmada que se me ocurrió que esa vez prepararía yo la celebración de mi cumpleaños. Si hubiera sabido que iba a ser un desastre no lo habría hecho, pero en el fondo creo que aquello me fue bien porque me hizo colocarme, por primera vez, ante la persona en la que me había convertido. Una persona simple y sin voluntad, incapaz de hacer nada sin el respaldo del otro. Sin su aprobación no era nadie.

Ese día me ha llevado a este.

Ya ha cerrado el grifo. En veinte minutos estará aquí, lo que tarde en ponerse ese aceite con el que embadurna todo su cuerpo bien afeitado y que huele tan bien. Después se peinará con cuidado y revisará sus dientes. No dejará un detalle. Saldrá impecablemente vestido con uno de los doce pijamas que se compró el mes pasado. Es un fanático de los pijamas. Ni siquiera se lo quita cuando hacemos el amor. Supongo que su perfecto cuerpo lo quiere para lucirlo en otros momentos, con otras personas.

Continuará...

martes, 6 de junio de 2006

Siempre me gustó estar sola


I

Nunca tuve miedo de ese espacio vacío que genera el ser humano a su alrededor y que no tiene mucho que ver con la cantidad de gente que en ese momento te esté rodeando.

Hoy es mi cumpleaños. ¿Que cuántos cumplo? Treinta y tantos. Me gustaba mucho esa serie a pesar de que cuando la echaban por televisión a mí me quedaban todavía unos cuantos para sentirme identificada con sus protagonistas.

Javier está recogiendo los destrozos. Los platos de papel con restos del festín, vasos manchados de irreconocibles líquidos. Es un cielo, Javier. No ha hecho falta que le recordase que hoy era mi día para que se ofreciese a hacer el trabajo sucio. No me refiero solo a la recogida selectiva, sino a la despedida involuntaria de los invitados. Cómo les cuesta irse. Y qué pronto han venido. Me duele la cara de tanto sonreír sin ganas.

¿Por qué me miraba Luis con esa cara? Será que ser el mejor amigo de Javier le hace leer mis pensamientos. Luis nunca fue santo de mi devoción, no puedo negarlo. Bueno, sí que puedo, a Javier se lo he negado tantas veces... Hace tiempo que no me pregunta, supongo que ya no le importa. Javier me lo presentó seis meses después de empezar a salir conmigo. Fui a su boda, al bautizo de su primer hijo y al de su primera hija. Su mujer, Lorena, es una pobre chica que cree que llevándose mal conmigo se gana la aprobación de su marido. Pobrecilla. Luego se consuela con unos cuantos Martinis y repite hasta la saciedad, "yo sólo tomo vodka martini, como James Bond, agitado, no revuelto".

¿Habrá Luis adivinado mis intenciones? Es posible, a juzgar por el comentario que me ha hecho cuando nos hemos cruzado en el pasillo camino del baño. A solas, como siempre. Me habría gustado decirle que no es necesario que se esconda de Javier para ser borde conmigo.

-No se te ve muy contenta.

-¿A no?

-¿Qué estás tramando?

-Siempre tan cariñoso.

-Lo siento, querida. ¿Te gustó nuestro regalo?

-¿Te refieres al jarrón que me escuchaste decir que detestaba? He contenido las arcadas, no puedes quejarte.

-Se te notaban -la sonrisa de satisfacción le resultaba familiar.

-El año que viene espero que no te tomes la molestia.

Le he dejado con la palabra en la boca y he continuado mi camino. Al mirarme en el espejo del baño me he visto extraña. Como si no fuese yo.

Javier se ha metido a la ducha y después querrá irse a la cama. Hoy, como se supone que es un día especial, querrá guerra. Malditas las ganas que tengo yo de continuar, después de estar toda la tarde fingiendo. Es tan simple, tan previsible. Siempre las mismas caricias en los mismos lugares. Casi podría contar los besos exactos que va a darme antes de subirse encima de mí. Cuánta envidia me tienen todas sus amigas.

Siento un dolorcillo en el pecho, pero es mucho más pequeño que otras veces.

Hoy todo es más sencillo. Porque sé que se acaba.

Continuará...