miércoles, 13 de julio de 2005

Madurando, que es gerundio

He recibido un mail de una editorial ¡más güais ellos! Me dicen que están interesados en mi novela Peso cero ¡qué ilu! Me ofrecen la posibilidad de publicármela ¡qué detalle! Yo, ya, haciendo castillos en el aire, aquí una almenita de nada, allí pondré la ventana de colores...
Mira que ya lo decía mi padre, ¡Antoñita, que nadie da duros a cuatro pesetas!
Resulta que ellos tienen la delicadeza y consideración de publicarme mi novela, previo pago por mi parte de los costes totales y después, siguiendo con su talante delicado, ¡me dan el 50% de las obras! ¡Qué generosos! Si es que en esta vida aún queda gente honrà, no sé por qué van diciendo por ahí que ya no hay. Eso lo dice gente como mi amigo Fuckowski ¡que es más mal pensao!
Como el marido que le pega a su mujer y después le dice ¡no te quejes que te podía haber matao!
Cuando era pequeña, participé en unos juegos florales y quedé segunda. La que ganó se fue de viaje a Melilla y me escribía postales explicándome el calor que hacía y lo aburrido que era aquello. Otro año que tenía que cantar en el concierto de fin de curso, elegí "Cantares" de Machado y Serrat, pero mi profesor me hizo cambiarla por "La Saeta" porque la otra ya la habían cantado el año anterior. La mañana del concierto me puse mala ¡con una febrada! No sé como mi madre no se dio cuenta de que el termómetro había sido "manipulado" (las bombillas ¡cómo calientan!). Cada semana echo a la primitiva aunque no quiero, pero es que me sé los números (que siempre he echado a los mismos) y aunque no quiera tengo que hacerla porque si me entero que han salido ¡me muero! o me matan, que no sé que es peor. No quiero que me pase como a mi padre que sus últimas palabras en el lecho de muerte fueron para la Santa Primitiva, pero al paso que voy...

Cuando le preguntaba a mi abuela si era guapa, me decía que era "mu salá", cuando le preguntaba a mi madre si me quería me respondía "cómo no te voy a querer". Supongo que quería decir que sí.

Así que llegado a este punto de mi vida, con cuarenta años y sabiendo ya quién son los Reyes Magos y el Ratoncito Pérez, he pensado que les voy a decir que no. Que no hace falta que se tomen la molestia de poner mi novela en una máquina impresora de esas que hacen mil impresiones (o más) por minuto y se dediquen a hacer libros con mis ahorrillos. Que no es necesaria tanta molestia.

Total, cualquier día me toca la primitiva...