martes, 29 de julio de 2008

Como decíamos ayer...


Ser mujer y escritora no es tarea fácil, necesitas de la colaboración de tus compañeros de viaje y de su buena fe para poder realizar tan ardua tarea. No entraré aquí a valorar si en el caso masculino es más cómodo, de nada me sirve esa elucubración mental y puede llevarme a autocompadecerme por algo de lo que estoy plenamente satisfecha. Pero, repito, ser mujer y escritora no es tarea fácil.

Sin embargo, y dicho esto, la mujer siempre ha sido una narradora nata, un espécimen único dedicado a contar mil y una historias. Son ellas, las mujeres, las que en las familias perpetúan los hechos acaecidos. ¿Cuántos hemos escuchado a nuestras abuelas hablar de la guerra civil y de las pequeñas y grandes batallas en que combatieron día a día junto a sus compañeros? ¿Cuántas veces he escuchado la historia de mi familia, la mía propia, en boca de mi madre? La madre enseña a su hijo a vivir contándole lo que es la vida y ella será, en el futuro, su memoria hablada.

Sin embargo, el mundo de la escritura no es ese paisaje bucólico de una mesa frente a una ventana por la que entra el sol colándose a través de unos blancos visillos. Conseguir un rincón, un lugar tuyo de difícil acceso, dónde una mesa y un ordenador te sean entregados sin plazos, es el primer paso. Un lugar dónde puedas inhibirte de la realidad que te rodea y puedas investigar allí dónde se supone que se origina todo.

Decía Virginia Wolf: "…uno se acuerda de que estas telas de araña no las hilan en el aire criaturas incorpóreas, sino que son obra de seres humanos que sufren y están ligados a cosas groseramente materiales, como la salud, el dinero y las casas en que vivimos."

Ya tengo mi rincón, lo demás vendrá por añadidura…


Estoy de vuelta.

sábado, 22 de marzo de 2008

Para vivir

Me tomo un tiempo de descanso.

Este último año ha sido...

En fin, dejo mis relatos para los que quieran seguir leyéndome. Os recomiendo que visitéis a Gloria, no os dejará indiferentes.

Besos y abrazos.


miércoles, 19 de marzo de 2008

Padres, Josés, Fallas y Semana Santa

En primer lugar felicito a los que tenéis padre, el mío dejó de cumplir años hace ya catorce inviernos y se le sigue echando de menos.

Ahora sí, Felicidades papaítos, sobre todo a los que estáis ahí al pie del cañón cuando se os necesita... y cuando no.

Felicidades a los Josés, Josefinas, Pepes y Pepitas. En mi familia hay un puñado que espero que con esto se den por felicitados.

El fin de semana nos fuimos a Peñíscola. Esperaba un par de días de tranquilidad, paseos bajo el cálido Sol rumbo al Castillo del Papa Luna

El mar, brisa suave, recordar aquellos días...


Buena comida, dormir a pierna suelta, en fin, cargar las pilas a tope que las tenía bajo mínimos y con la luz roja intermitente. Como pasa algunas veces, se nos torció el carro y un dolor de muelas, y sus allegados malestares, le aguaron la fiesta a mi adán y de rebote a los demás. Lo salvamos por los pelos aunque las pilas siguen con la luz roja.

Lo mejor del finde fue la tarde del sábado en Benicarló. Nunca había visto Fallas más que en la tele y nos encontramos de pronto con un sorprendente espectáculo de fiesta y diversión que nos contagió el buen ánimo a todos. Me encantó ver a la gente del pueblo, todos con sus camisas negras de falleros, participar de su fiesta como algo realmente entrañable.

Imitando a Miguel Sanfeliu voy a colgar unas fotos que hicieron mis niños; se están estrenando en esto de la fotografía y les hace ilusión que les publicite su mami.
A pesar de todo Peñíscola siempre vale la pena.




domingo, 9 de marzo de 2008

Bécquer, el pintor poeta

“Queridos amigos:

Heme aquí transportado de la noche a la mañana a mi escondido valle de Veruela; heme aquí instalado de nuevo en el oscuro rincón del cual salí por un momento para tener el gusto de estrecharos la mano una vez más, fumar un cigarro juntos, charlar un poco y recordar las agradables, aunque inquietas, horas de mi antigua vida.”

Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, nace en Sevilla el 17 de febrero de 1836. Adopta, como hiciera su padre, el apellido Bécquer de su bisabuela, que pertenecía a una noble familia de comerciantes de origen flamenco e intenta, sin conseguirlo, seguir los pasos de su padre y su tío, pintores ambos.

A los once años, tras la muerte de su madre y huérfano de padre desde los cinco años, es confiado a su madrina Manuela Monahay que posee cierto interés literario y allí, en su biblioteca, el niño se deja contagiar por esa enfermedad que algunos llaman literatura. A pesar de no inclinarse por la pintura como su mayor vocación es habitual encontrar sus manuscritos ilustrados con dibujos de considerable calidad artística.

Con 17 años publica ya sus versos en periódicos locales y conoce a Narciso Campillo y a Julio Nombela con los que compartirá el sueño de conquistar gloria y fortuna en Madrid. Se instala en la lóbrega pensión de doña Soledad y lleva una vida bohemia y austera en la que tiene que trabajar duro para salir adelante mientras sueña con su futuro.

Yo soñaba entonces una vida independiente y dichosa, semejante a la del pájaro, que nace para cantar y Dios le procura de comer; soñaba esa vida tranquila del poeta que irradia con suave luz de una en otra generación: soñaba que la ciudad que me vio nacer se enorgulleciese con mi nombre, añadiéndolo al brillante catálogo de sus ilustres hijos.”

En 1858 conoce a las hermanas Espin, Josefina y Julia. En un primer momento parece fijarse en Josefina a la que dedica su Rima XIII: Tu pupila es azul

Tu pupila es azul, y cuando ríes,
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana,
que en el mar se refleja
.


Y a ella parece pertenecer la conversación de la primera de sus “Cartas literarias a una mujer” donde explica la esencia de una de sus Rimas más famosa:

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
En mi pupila tu pupila azul.
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía eres tú.

Pero es en Julia donde encuentra el joven poeta la excusa para su exacerbada sensibilidad. Ella tiene claros sus intereses y un futuro con un poeta de ambiente bohemio no es lo que espera de la vida. Julia sueña convertirse en una afamada cantante de ópera y aunque las atenciones del artista no le son del todo indiferentes no duda en apartarlo de su vida, sacrificándolo ante más encumbrados pretendientes.

Me ha herido recatándose en las sombras,
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello y por la espalda
partióme a sangre fría el corazón.

Y ella prosigue alegre su camino,
feliz, risueña, impávida. ¿Y por qué?
Porque no brota sangre de la herida.
Porque el muerto está en pie.

En 1860 conoce a Casta Esteban Navarro con la que contrae matrimonio al año siguiente. En esa época Gustavo trabaja para “El Contemporáneo”, tiene un sueldo fijo y eso le permite vivir con mayor tranquilidad y mantener a su familia. Es entonces cuando escribe la mayoría de sus “Rimas y Leyendas” y en sus escritos se deja entrever el hastío y la desilusión que han empezado a embargarle como tumor maligno.

Cuántas tempestades silenciosas no han pasado por mi frente, cuántas ilusiones no se han secado en mi alma, a cuántas historias de poesía no las he hallado una repugnante vulgaridad en el último capítulo! Mi corazón, a semejanza de nuestro globo, era como una masa incandescente y líquida que poco a poco se va enfriando y endureciendo."

Su salud empieza a resentirse seriamente y animado por un amigo se retira al monasterio cisterciense de Veruela en el que se ha instalado una hospedería, donde escribirá “Cartas desde mi celda”. La idea de la muerte le acompaña y de ella se ven impregnadas todas sus obras.

No sé si a todos les habrá pasado igualmente; pero a mí me ha sucedido con bastante frecuencia preocuparme en ciertos momentos con la idea de la muerte y pensar largo rato y concebir deseos y formular votos acerca de la destinación futura, no sólo de mi espíritu, sino de mis despojos mortales.”

Casta y Gustavo discuten constantemente, su relación no marcha bien, ella le recrimina su falta de atención y, finalmente, en 1868 el poeta descubre que su esposa le es infiel.

Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas;
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de dónde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma.
¡Y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata!

Pasó la nube de dolor... Con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.

A causa de los disturbios revolucionarios, Gustavo, su hermano y los hijos de ambos, huyen hacia Toledo. En diciembre nace el tercer hijo de Casta de quien se dice que no es hijo suyo.

Dices que tienes corazón, y sólo
lo dices porque sientes sus latidos.
Eso no es corazón...; es una máquina,
que, al compás que se mueve, hace ruido.

En 1870 Eduardo Gasset funda “La ilustración de Madrid”; ofrece la dirección a Gustavo y trabajo de dibujante a su hermano Valerio. Sin embargo, el pintor muere en septiembre dando con ello la última estocada al poeta que seguirá sus pasos tres meses después.

Mi vida es un erial,
flor que toco se deshoja;
que en mi camino fatal
alguien va sembrando el mal
para que yo lo recoja.

Cuando comprende que se muere pide a un amigo que queme sus cartas “serían mi deshonra”, dice, y “si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo.

Sus últimas palabras son "Todo mortal".

En Sevilla se contempla un eclipse total de Sol.

"He aquí, hoy por hoy, todo lo que ambiciono: ser un comparsa en la inmensa comedia de la Humanidad y, concluido mi papel de hacer bulto, meterme entre bastidores sin que me silben ni me aplaudan, sin que nadie se aperciba siquiera de mi salida.

Ello es que cada día me voy convenciendo más que de lo que vale, de lo que es algo, no ha de quedar ni un átomo aquí."

Cartas desde mi celda





martes, 19 de febrero de 2008

La ladrona de libros


Cuando tuve en las manos “La ladrona de libros”, supe que ese libro iba a gustarme. No sé por qué lo supe. Siempre lo sé. A veces lo creo y como pasa en estas cosas de fe, me equivoco, pero cuando lo sé, la ciencia es lo que tiene, que nunca falla.


Desde el comienzo:


La muerte y tú

Primero los colores.
Luego los humanos.
Así es como acostumbro a ver las cosas.
O, al menos, así intento verlas.

UN PEQUEÑO DETALLE
Morirás.

¿Cómo no iba a seducirme semejante manera de comenzar una novela? ¿Cuándo fue la última vez que me sentí como una niña? Me refiero antes de leer a Markus. No lo recuerdo, pero en cada una de las páginas de su novela los años se me iban cayendo y el corazón se me ponía de un rojo intenso.

El momento: Hitler es el dueño de las palabras.
Los personajes:
Liesel, la ladrona de libros. El primer libro que roba es “El manual del sepulturero”. Es el que tiene más a mano.
Rudy, su amigo del alma. Quería ser como Jesse Owens. También quería un beso suyo.
Hans Hubermann, padre de acogida de Liesel. Un hombre pegado a un acordeón. El que la enseñará a leer.
Rosa, madre de acogida. Su volumen es proporcional al tamaño de su corazón.
Max, el judio que boxea con el Führer y escribe El árbol de las palabras.
El lugar: Himmelstrasse, un pueblo cualquiera de la alemania nazi que veía pasar las caravanas de judíos. Mezclados corazones de piedra con otros de material sensible. No todos podían quedarse mirando.
La narradora: la Muerte ¿quién si no?

Markus Zusak, nació en Sydney, Australia, en 1975. Su familia es de ascendencia germano-austriaca y de su madre escuchó algunas historias sobre los bombardeos de su pueblo natal, sobre la guerra y los nazis que le han llevado a construir esta historia. Su idea inicial fue escribir un relato corto, pero, como suele ocurrirle a algunos autores, la historia se le hizo grande entre las manos. Hasta esta novela era un autor reconocido por sus historias para jóvenes. En la ladrona de libros, las palabras son la salvación y también la condena. Las mismas palabras que aparecen pintadas en las fachadas de las casas judías, están escritas en las piras de libros que arden en la plaza del pueblo. Y son las mismas que lee Liesel en el refugio durante los bombardeos para tranquilizar a sus vecinos, o las que usa Hitler para manipular las mentes de los alemanes.

Markus carece por completo de sensiblería y no busca en ningún caso la lágrima fácil. Emociona y traspasa la coraza que uno se pone frente a novelas que tratan un tema con el que ya sabes que te harán sufrir. Es dulce y profundo, tiene una sensibilidad poética y una manera de narrar sutil y directa.

El personaje de Liesel formará ya parte de mi equipaje.
Gracias Markus.

"He odiado las palabras y las he amado, y espero haber estado a su altura"

Liesel Meminger

domingo, 10 de febrero de 2008

Amy Winehouse

Siento que se drogue... si se droga.
Siento que "tenga un poquito de anorexia y un poquito de bulimia" según dijo ella misma en una entrevista, después de bajar seis tallas.
Siento que le falte algún diente... ¿y a quién no?
Siento si su vida es tan dramática como cuenta su madre.

Lo que realmente me interesa de Amy Winehouse es su voz y el "angel" que tiene cuando canta. Lo otro formará parte de su historia, esa historia que dará para muchas biografías, diarios y programas de televisión.

En video



En directo


Hay quien dice que las mejores voces del jazz eran aquella que venían cargadas de sufrimiento y que da lo mismo si el sufrimiento lo causan otros o uno mismo. También se ha dicho eso de los poetas y los escritores del romanticismo.

En fin, Amy Winehouse me gusta muchísimo.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Debussy

Claude Debussy nació en Francia el 22 de agosto de 1862. Compuso el Preludio a la Siesta de un Fauno en 1894, a los 32 años, y se basó para ello en un poema del escritor simbolista Stéphane Mallarmé. En 1905 rescató de La Suite bergamasque (1890) el célebre Claro de luna .

Su música fue precursora de lo que sería la música moderna. Sus composiciones generan una ensoñación en quien la escucha, notas que crean las imágenes de un cuadro impresionista. Nos hace creer que es posible la improvisación en una pieza clásica.

Debussy es a la música lo que Van Gogh a la pintura.





"Ver nacer el día es más útil que escuchar una sinfonía. No hay que escuchar los consejos de nadie, sino solo del viento, que narra la historia del mundo".
Claude Debussy

jueves, 31 de enero de 2008

El orden, ese gran desconocido...



Soy ordenada, estoy segura. Entonces ¿cómo es posible que mi mesa se desordene con tanta facilidad? Cada vez que me pongo a recoger me digo a mí misma que no volverá a ocurrirme que a partir de ese momento cada cosa que salga de su sitio volverá a él sin tardanza. Estoy segura que si me mirase al espejo cuando me engaño de ese modo podría ver una perversa mirada al otro lado, sonriendo y con expresión de "sí, sí..."

No tengo mucho sitio para "mí", es cierto, comparto un piso de 100 metros con otras tres personas y el hecho de que dos de ellas tengan menos de 15 años no ayuda, pero no es excusa. Tengo que ser más ordenada, más cerebral, menos emotiva y más cuidadosa. Eso.

Sí, sí...

¿Puede alguien explicarme qué hace la caja de Sony en mi rincón (porque yo tengo un rincón, no una habitación como Virginia Woolf) desde el día de Reyes? ¡Si ni siquera era un regalo para mí!
No hablemos ya de la propaganda del Miró, que casualmente ha dejado el ser de cuya costilla se supone soy dueña, a ver si cae el DVD grabador, que pronto empieza el GP de Motociclismo.

La vela es mía, una manía que tengo eso de las velas, se me van los ojos detrás de ellas. Me gusta mirarlas... Y el ordenador. Y los papeles. Y los DVD's. Y otras cosas que no salen en la foto porque no quise, que la mesa es muy grande.

En fin, si alguien tiene un método para aprender a ser ordenado (y si puede ser que se contagie) acepto sugerencias.

domingo, 27 de enero de 2008

El Moisés de Miguel Angel


Me ignoraba. Estaba ahí, frente a mí, sujentándose los ondulados mechones de la barba con su enorme mano. No se dignaba siquiera a mirarme y sus músculos en tensión me decían que era plenamente consciente de mi presencia. Las piernas, fuertes pilares marmóreos, amenazaban con ponerlo en pie en cualquier momento y esa posibilidad mezclaba el anhelo con el temor.


La expresión de sus vacíos ojos es dura, pero no concuerda con la placidez de sus mejillas y la serenidad de sus labios.
Se hinchan las venas de sus manos y brazos. Quiere salir, contiene el impulso, lo noto. Sujeta las tablas con disimulo, como si en realidad no recordase llevarlas bajo el brazo.

Miro a mi alrededor.

Todos se han ido.

Un ruido seco a mi espalda.

¿Qué... ?

sábado, 19 de enero de 2008

Si vuelves te contaré el secreto

Mónica Gutiérrez es una escritora sensible y dulce. Por sus venas en lugar de sangre corre la música que producen sus dedos sobre el piano. El amor por el jazz que heredó de los suyos está pintado en la firma con que dio por terminada su novela “Si vuelves te contaré el secreto”.

Un día, hace ya unos años, intercambiamos nuestros sueños escritos en papel y recibí aquellas hojas como un tesoro. Rápidamente sentí dentro de mi cerebro la sonoridad de las letras, la música se colaba entre las comas y puntos danzando sobre las historias. La atmósfera que crea su autora me recordó aquellas películas en blanco y negro, que veía de niña y que ahora colecciono, y pude imaginarme a sus protagonistas en aquel “The Club” como si estuviese viéndolos.
Mónica nació para la música, pero su música no se escribe en un pentagrama, sino en papel blanco y su sonido es el de A Foggy Day cantado por Billy Holiday.


Para celebrar la llegada de su novela a las librerías os dejo la entrevista que le hizo Antón Casto en su programa Borradores.



Mónica ha creado también uná página para su novela en la que además de leer la sinopsis y el aviso de lectura de Constantino Bértolo, editor de Caballo de Troya, también podréis escuchar parte de la banda sonora que acompañó a la autora durante la creación de la obra.


No, el éxito no se lo deseo a nadie.
Le sucede a uno lo que a los alpinistas, que se matan por llegar a la cumbre y cuando llegan, ¿qué hacen? Bajar, o tratar de bajar discretamente, con la mayor dignidad posible
.
Gabriel García Márquez

miércoles, 16 de enero de 2008

... mi vecina

-Hace semanas que no te veo, Paquita
-Es que estoy muy liada, chica
-¿Y eso?
-Mira, estaba hasta las mismísimas narices de no hacer nada para mí
-Es que con los hijos, ya se sabe
-Pues eso se acabó
-¿Los has dado en adopción?
-No seas burra. Me apunté a clases de Yoga
-¡Anda!
-¡No sabes lo que relaja!
-Me lo imagino. Eso de respirar y meditar, respirar y meditar...
-Y más cosas, oye. A ti te iría bien, con tanto estréss
-Ya no tengo edad de hacer el pino. Solo de pensarlo me coge un dolor en las cervicales
-También lo he hecho para conocer gente, no creas
-Ah
-Por ejemplo a la Dolores, una tia coj... estupenda
-Mira qué bien
-Su marido la dejó hace un año para irse con su hermana soltera, la de Dolores ¿eh?. Y ahora quiere volver con ella, a lo visto no era orégano todo el monte
-Espejismos, sólo eso. Ya sabes lo que dice Puncet
-Pues no tengo el gusto
-Dice que el amor es cuestión de simetría. Si tienes una cara simétrica se enamoran de ti sin parar
-Eso está muy bien, pero la cuestión es que a mi amiga Dolores la desgracia la hizo ver la vida de otra manera y ahora sabe muy bien lo que quiere
-¿Vale cualquier desgracia?
-Pues imagino que sí. ¡Tendrías que ver cómo habla la tía, tiene respuestas para todo
Abro los ojos como platos
-Con las dudas que tengo yo sobre cualquier cosa. Mira, sin ir más lejos ayer fui a la clase un poco acongojada
-¿Por qué?
-Discutí con Fermín
-Vaya, lo siento.
-Resulta que tiene una cena con los del trabajo y no podemos ir las mujeres. Y es lo que yo digo, ¿para qué hacen esas cenas? Pues para irse de picos pardos y despotricar de sus mujeres
-Qué va
-Pues se lo conté a mi amiga Dolores y ¿a qué no sabes qué me respondió? Me miró fijamente a los ojos y dijo: "¿Has comido toda tu comida? Entonces, friega el plato"
-¡Mira por dónde! Lo mismo que decía mi madre
-Después de clase nos fuimos a tomar un café para charlar un rato, yo necesitaba profundizar más sobre el tema ¿te importa si fumo?
-Preferiría que no
-Vale. Luego me dijo: "Camina cuando quieras caminar y siéntate cuando te quieras sentar"
Asiento con la cabeza

-Lo que quiere decir es que no debemos hacer nada que no queramos
-Hasta ahí, llego.
-Me levanta mucho el ánimo.
-Me lo imagino, aunque he de decirte que en la realidad no sé yo...
Paquita frunce el ceño ¿será que quiere sentarse?
-Bueno, subo, que a saber lo que estarán haciendo esos monstuos.
-Me alegro de verte, Paquita. Y en cuanto a lo de la cena de tu marido: "si quieres vencer, entonces no luches", que diría tu amiga Dolores.

martes, 8 de enero de 2008

Silencio

Esta cansada de discutir, siempre la misma retahíla. Después de morir su padre, su madre había decidido dejarse ir. Los días se convirtieron en uno y diez años pasaron en un chasquear los dedos.

Siempre animándola a hacer cosas, cosas que a la madre no le interesaban pero que calmarían la conciencia de la hija por ser joven, por tener una vida, por querer un futuro.

Ahora era el fruto quien sustentaba el árbol y de fondo siempre la misma cantinela, -tú tienes a tus hijos y a tu marido que te necesitan-. Mientras prepara la cena para los niños recuerda esas palabras que le suenan a reproche. Quizá porque son ciertas.

Él está de viaje, cosas del trabajo, y mientras las patatas saltan suavemente en la olla, espera su llamada escuchando las noticias. Le dirá que la echa de menos, lo mal que se está fuera de casa y ella le animará diciendo que son sólo cinco días.

La anciana no sale, permanece en casa esperando despertar de la pesadilla que es la soledad. Se acabaron los paseos del brazo de aquel hombre que la había acompañado tanto tiempo. Se acabó la maquinilla de afeitar en el lavabo, ya no más humo de cigarrillo. Se acabó regañarle por dejar comida en el plato, y enfadarse porque no quiere hacer ese viaje del que tantas veces habían hablado. Se fue. No le dio tiempo a despedirse. Más que dejar un hueco lo que dejó fue un agujero negro que tragaba y tragaba todo a su alrededor y a la pobre anciana apenas le quedaba un pequeño rincón, apartado de aquel insaciable monstruo, en el que colocar su sillón. El sillón en el que se sentaba a media tarde frente al televisor esperando que llegara la noche. Los que hablan allí dentro le hacen compañía. Y en el sillón la encontrará la madrugada, dando cabezadas contra el respaldo mullido y frío.


Es su madre y quiere ayudarla, pero no sabe cómo. Se irrita cuando ve que no come bien, no quiere cocinar para ella sola, dice que es demasiado trabajo para nada. Toda su rutina de años ha quedado reducida a levantarse tarde, comer mal y sentarse en un sillón frente al televisor. A esperar.

Tan solo hace dos días que él se fue. Los niños están en la cama y ella aún no ha cenado. Va a la nevera y mira dentro. Se cansa solo de pensar en tener que cocinar, así que decide comer cualquier cosa. Los lunes es el día de aquella serie pero no le apetece verla sola. Se sienta en el sillón, coge un libro y empieza a leer. Mira a su alrededor.

Silencio.

Mira a su alrededor e imagina.

Y comprende.

Silencio.

sábado, 5 de enero de 2008

Carta a sus Majestades de Oriente

Queridos Reyes Magos:

Quiero que sepáis que ya os he perdonado por no traerme la bicicleta a pesar de haberla pedido año tras año y también he superado lo del Nenuco y la Nenuca. Aprendí a ir en bici con la del Fernan que como era de chico no tenía escapatoria y me fui con ella al suelo unas cuantas veces. Mis piernas guardan las marcas. Lo del Nenuco fue más duro porque la Nuri estrenaba cada año sus nuevos complementos y le encantaba enseñármelos. Sin embargo, todo eso no tiene importancia porque gracias a vosotros descubrí que la ilusión estaba dentro de mí y que podía acudir a ella siempre que lo deseara.

Metida en la cama, con la sábana hasta las orejas y los ojos muy apretados, no quería que me pasara como a mi amiga Angelita que se levantó, les vió y ya nunca más volvieron a su casa. Yo me tapaba los oídos para no oír y me quedaba dormida hecha un ovillo hasta que mi hermano venía a despertarme en medio de la noche: “ya han venido”.

A pesar de la edad no dejo nunca de enviaros mi carta y este año no iba a ser la excepción, así que allá van mis peticiones:

1.- Salud, una cosa muy cara cuando no la tienes y en la que no reparas cuando la disfrutas.
2.- Amor. Que me quieran mucho, todo el tiempo y sin descanso (por pedir que no quede)
3.- Una batería para el ordenador, eso de tener un portátil que en realidad se cree un fijo es un mal rollo.
4.- Una habitación propia, con un rinconcito en alguna parte me conformo. De eso sabía mucho Virginia Wolf.
5.- Y lo más importante: TIEMPO y VOLUNTAD. Sin ellos no soy nadie.

Os doy las gracias por ser tan generosos; y comeros los polvorones pero no me dejéis el suelo lleno de migas.

Pd: Lo de pedir Paz para el mundo lo dejo por imposible, pero si podéis hacer algo, aunque sea poquito, no os cortéis.


Y ahora me voy a la cabalgata.
Id pronto a dormir y que se cumplan vuestros deseos, pero pensad bien lo que pedís es muy feo eso de revender los regalos en ebay.

domingo, 30 de diciembre de 2007

Lista para el Nuevo Año

1
Escribir más
(y mejor, por supuesto)

2
Leer más
(dejándome llevar por mi instinto)

3
Tomar menos café
(dormir es necesario)

4
Ir al gimnasio
(que para algo pago)

5
Aprender inglés
(aunque sea con el Talk to me de las narices)

6
Reír más
(¿más? se van a pensar que estoy loca)

7
No morderme los labios
(eso va a ser lo más difícil)

8
Ver más cine
(aunque sea en casa, que así hay más para elegir)

9
Desengancharme de Internet
(desconectar el wifi, también vale)

10
Querer
(aunque me equivoque)



Y para vosotros




viernes, 21 de diciembre de 2007

Navidad, Navidad, dulce Navidad

Desde chiquitita tuve que escuchar a una de mis hermanas decir que no le gustaba la Navidad. Quizá por eso estoy inmunizada contra comentarios del tipo "es una fiesta comercial" "hay mucha hipocresía" "todo es por el interés" "es una ocasión muy triste por los que ya no están".

Lo confieso: A mí me gusta la Navidad. Me encanta ver las calles iluminadas, las caras de los niños frente a los escaparates. Me gustan los turrones, los polvorones. No, el mazapán, no. Me chifla comprar regalos, pensar en aquellos a los que quiero e imaginar sus caras cuando abran los paquetes.


Me gusta recordar a los que ya no están, pero no con tristeza. Recuerdo las canciones de mi padre con su guitarra, lo mucho que le gustaba la Navidad, tener a todos su hijos alrededor. No encuentro la razón para estar triste.

Estoy con una bronquitis que no me deja ni dormir y me he perdido la cena y el aperitivo del trabajo. Esta tarde estaba yo sentada en mi sillón, con una manta y encontrándome fatal cuando han llamado al timbre. Era Olga, una de mis compañeras y traía en los brazos, cual bebé de nacimiento, dos bandejas del susodicho aperitivo y un regalo. Venía en representación y reconozco que me ha emocionado. Espírtitu navideño, lo llamo yo.

No hay nada de hipocresía en el amor que siento por los míos.

Tampoco la hay en mis deseos para vosotros.


Feliz Navidad
De corazón

Pd: que haya suerte con el sorteo

martes, 18 de diciembre de 2007

Grageas, 100 cuentos breves de todo el mundo

(ilustración de Carlos Nine)

Introducción
Sergio Gaut vel Hartman

CUENTOS

Diez ochenta y seis, Gustavo E. Abrevaya
Anathema sit, Daniel Alcoba
Trenes desaparecidos, Cristian Aliaga
Los chicos crecen, Germán Amatto
El sol (XIX), Esther Andradi
Competencia, Olga Appiani de Linares
El poder de la fe, Martha Argel
S.O.S., Erna Aros Pensa
Lecturas, Márgara Averbach
El deunkoza, Edgar Omar Avilés
Orfeo y Eurídice, la realidad, René Avilés Fabila
Descenso, Luisa Axpe
En un día de verano marciano, amor, Helena Bandeira
Bacon, Carlos Barbarito
Currículum, José Ángel Barrueco
Economía, Sandra Becerril Robledo
Biotopía, Bernardo Fernández (Bef)
El sanador, Antonio Bellomi
Destripe, Alejandro Bentivoglio
Mecanografía, Ricardo Bernal
La Franja, Claudio Biondino
Mariposas, Nuria C. Botey
In pelli veritas, Hélène Calvez
La primera vez, Doris Camarena
Ondina, Abelardo Castillo
Todo lo importante, Antonio J. Cebrián
Las ciudades se levantan, Alberto Chimal
La novela perfecta, Francisco Costantini
El precio de la utopía, Roberto de Sousa Causo
Qué ves cuando me ves, Marcelo Di Lisio
Morir en casa, morir despacio, Marcelo Di Marco
Utopía de la bailarina, Pablo Dobrinin
Primer contacto, Hernán Domínguez Nimo
Ya nadie cree en la magia, Carlos Duarte Cano
Cambio, Miguel Esquirol
Suspensión en el aire I, Jorge Etcheverry
Sueños eléctricos, Santiago Eximeno
Teatro nocturno, Marcial Fernández
Tejiendo hechizos, Ruth Ferriz
Enamorada del muro, Zulma Fraga
La memoria de las piedras, Jacques Fuentealba
Quitamanchas, Adam Gai
La Sirenita, Elvio E. Gandolfo
Puta informática, Rubén García Cebollero
Los cuarenta ladrones, Luisa María García Velasco
El señor Tsé es un optimista, Ezequiel Gaut vel Hartman
Percusión, Eduardo Abel Gimenez
Primer Beso, Pablo Giordano
Títeres sin hilos, Ricardo Germán Giorno
La chica plástica, Manuel Girón
Luciérnagas, Vladimir Hernández
Electrofilia, Juan Diego Incardona
Blowin'in the wind, Sylvia Iparraguirre
Sandra, Tatjana Jambrisak
Cenicienta, Leonardo Killian
El manifiesto oculto, Miguel Ángel López Muñoz
Zona de detención, Marcelo Luján
Previsiones para leer a Julio Cortázar, Ángel Maldonado Acevedo
Satori, Leo Masliah
El escritor, Laura Massolo
La libertad, Víctor Montoya
La presencia, Vicente Muleiro
Amigos en un parque, Juan Pablo Noroña
Teorema, Carlos Orsi Martinho
Olor a tierra mojada, José Vicente Ortuño
El hechizo de Van Gogh, Araceli Otamendi
Paraíso perdido, Gloria Pampillo
Extinciones, Pilar Pedraza
El despegue, Jean-Pierre Planque
Al final del camino, Juan Pomponio
Cómo se salvó la humanidad, Khristo Poshtakov
El paseo, Beatriz Pustilnik
Historia de una santa, Rogelio Ramos Signes
Los espejos enfrentados o el énfasis de vivir secretamente, Nela Rio
Mariposa, Ana Cristina Rodrigues
No quiero ser como ellos, Lady Rojas Benavente
Camina despacio, Antonia Romero
Odín, Paula Ruggeri
La creación del perdón, Luis Saavedra
Hombres de barro al sol, Alejandro Sahoud
Narciso 2050, Angélica Santa Olaya
Virtual, Domingo Santos
Todo lo sólido se desvanece en el aire, Saurio
Tecnogamia, Federico Schaffler
En la ciudad vacía, Lewis Shiner
Pájaros, Ana María Shua
De abandonos, Susana Silvestre
El régimen alimenticio de los caballos, Fernando Sorrentino
La oferta del pecado, Patricia Suárez
Doscientas cincuenta palabras, Verónica Sukaczer
Un trozo de cielo, Susana Szwarc
Escribe, respira, escribe, Gabriel Trujillo Muñoz
Generación espontánea, José Ramón Vila (Txerra)
Uno de misterio, Luisa Valenzuela
Frankfurt, Pablo Valle
Los laberintos, Soledad Véliz Córdoba
Reflexión sobre la carestía de la escritura, Joao Ventura
Revelación, Alicia Zavala Galván
Utópolis, José Luis Zárate
Fracasador, Sergio Gaut vel Hartman


A Sergio Gaut vel Hartman, gracias por haber pensado en mí.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Qué dura es la fama

Hace un par de días me pasé por la página oficial de Arturo Pérez Reverte y estuve leyendo un artículo de su pluma, estilo “desatasca tripas” al que nos tiene acostumbrados.

He de reconocer que aunque me gusta su manera de sacar los colores al personal también me canso si leo muy seguido sus artículos porque se me colapsan los filtros que tengo para la crítica en general.

Del señor Reverte mi obra favorita es La tabla de Flandes. Por aquél entonces era un desconocido para mí y su manera de decir las cosas me resultó tan novedosa que leí aquella novela de un tirón, sin apenas interrupciones.

Pues bien, como decía al principio, hace un par de días me pasé por su página y leí el artículo titulado: Abordajes callejeros y otras situaciones y después, como me ocurre a veces, no pude dejar de pensar en él, me refiero al artículo no al señor Reverte.

Nunca, jamás, he pedido un autógrafo a nadie, ni se me ha ocurrido acercarme a una persona que admiro a decírselo. Creo que me moriría de la vergüenza. Por si acaso, no voy a probarlo, pero reconozco que tengo algo de fetichista. Lo confieso: vi un bolso en un capitulo de las Chicas Gilmore y lo he buscado durante una buena temporada.

Este verano, sin ir más lejos, después de una larga excursión al Lago Negro, en la Ribagorça, cuando ya regresaba al coche, con las piernas rotas, y tan cansada que no me acordaba ni de mi nombre, me crucé con un actor de una serie catalana que seguíamos en casa. Él iba en grupo y comenzaba la marcha. Mi hija y yo nos miramos las dos y nos preguntamos “¿es él?” las dos asentimos y nos dio un poco esa risa tonta que da cuando tienes la sensación de saber algo que nadie más sabe.

No negaré que hay personas a las que conozco por su “palabra” con las que me encantaría pasar un buen rato. Una tarde de charla con Jostein Gaarder, una comida con Amy Tan, un paseo por las Ramblas con Manolo García o, ¿por qué no? un café con Arturo Pérez Reverte.

Al señor Reverte le conozco como escritor y está en sus libros. Al otro, al que le gusta pasear, subir en globo, o lo que sea que le guste hacer, a ese no he tenido el gusto de que me lo hayan presentado y, por lo tanto, si me lo encuentro en un café intentaré ser discreta y que no se percate cuando le dé un toque a mi pareja por debajo de la mesa al tiempo que señalo con la mirada…
…mientras intento no imaginarlo en la precaria situación que narra en su artículo, no vaya a ser que no pueda contener la risa.
Perdón.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Peso cero


Miguel Sanfeliu ha tenido la deferencia de leer mi novela y después se ha tomado la molestia de hacer una entrada en su blog sobre ella.
Gracias Miguel.

También Mónica Gutiérrez Sancho ha tenido la gentileza de hacer un post sobre mi novela.
Gracias Mónica