Tiene la sensación de que no va a ningún sitio.
Derrotada.
Hundida.
No la ha vencido ningún monstruo salido de debajo de su cama.
Al menos no uno al que pueda tenerle miedo.
Es la angustia y la certeza quien la ha vencido.
La seguridad, la comodidad, la falta de alicientes.
La vida.
Es verse en el espejo.
No reconocerse.
Sentirse otra.
Derrotada.
Hundida.
No la ha vencido ningún monstruo salido de debajo de su cama.
Al menos no uno al que pueda tenerle miedo.
Es la angustia y la certeza quien la ha vencido.
La seguridad, la comodidad, la falta de alicientes.
La vida.
Es verse en el espejo.
No reconocerse.
Sentirse otra.
Ya no hay sufrimiento.
No hay dudas.
Solo un día.
Uno tras otro.
El mismo.
Y delante el infinito.
Porque no hay final mientras viva.
Y cuando no viva no habrá nada.
El infinito.
Le cuesta respirar.
No son los pulmones.
Es la conciencia.
La certeza de saber que se acaba.
Se le va entre los dedos.
La ve caer a sus pies.
Todos los días.
Uno tras otro.
La vida.
No hay dudas.
Solo un día.
Uno tras otro.
El mismo.
Y delante el infinito.
Porque no hay final mientras viva.
Y cuando no viva no habrá nada.
El infinito.
Le cuesta respirar.
No son los pulmones.
Es la conciencia.
La certeza de saber que se acaba.
Se le va entre los dedos.
La ve caer a sus pies.
Todos los días.
Uno tras otro.
La vida.
Cuántas veces no hemos sentido algo parecido y entonces piensas que nada vale la pena. El personaje de tu relato está desesperado, quizá deberás escribir un segundo texto cuando se recupere. Sería un buen ejercicio literario.
ResponderEliminarUn saludo desde Cuenca
Alberto
Qué triste, Antonia. La vida...
ResponderEliminarY es preciso escapar del tedio cotidiano...
ResponderEliminarUn beso!
Las casualidades nos llevan y nos traen.
ResponderEliminarAquí estoy.
En cuanto regrese podré recorrer tu espacio.
Me ha gustado lo que vi.
Saludos!