Ayer fue uno de esos días que gustan de recordar cuando pasa el tiempo. Siempre he sido mujer de placeres pequeños. Me reconforta el olor del café recién hecho, el frío en la cara con el cuerpo calentito, un encuentro fortuito con algún antiguo amigo…
Ayer tenía que ir a Barcelona, vivo en un pueblo del extrarradio y tenía asuntos que resolver en el centro. Una vez libre de obligaciones me encontré en pleno Paseo de Gracia, sola y ociosa.
La tarde pasa rápida y la noche se acerca. Camino Paseo abajo, el frescor en la cara y algunas luces de Navidad en las tiendas.
Para los que conocéis Barcelona ya sabéis que Paseo de Gracia es una avenida especialmente hermosa con edificios antiguos y grandes aceras repletas de escaparates, luces, terrazas y turistas.
Hacia abajo porque vengo de lo más alto, no puedo evitar sonreírme a mí misma unas cuantas veces. A lo mejor nos cruzamos sin saberlo.
Entro aquí y allí y por fin me detengo.
Es La Casa del libro, con su entrada atípica y su mundo subterráneo.
Libros y más libros.
Libros de todos los géneros.
Libros de gente que escribe.
Como yo, me digo.
Sin comparaciones, con admiración y humildad.
Como el que entra en un santuario.
Allí no hay santo pero hay mucha, mucha fe.
Ayer tenía que ir a Barcelona, vivo en un pueblo del extrarradio y tenía asuntos que resolver en el centro. Una vez libre de obligaciones me encontré en pleno Paseo de Gracia, sola y ociosa.
La tarde pasa rápida y la noche se acerca. Camino Paseo abajo, el frescor en la cara y algunas luces de Navidad en las tiendas.
Para los que conocéis Barcelona ya sabéis que Paseo de Gracia es una avenida especialmente hermosa con edificios antiguos y grandes aceras repletas de escaparates, luces, terrazas y turistas.
Hacia abajo porque vengo de lo más alto, no puedo evitar sonreírme a mí misma unas cuantas veces. A lo mejor nos cruzamos sin saberlo.
Entro aquí y allí y por fin me detengo.
Es La Casa del libro, con su entrada atípica y su mundo subterráneo.
Libros y más libros.
Libros de todos los géneros.
Libros de gente que escribe.
Como yo, me digo.
Sin comparaciones, con admiración y humildad.
Como el que entra en un santuario.
Allí no hay santo pero hay mucha, mucha fe.
Tienes razón, a lo mejor nos cruzamos.
ResponderEliminarMario
Yo frecuento a menudo La Central del Raval, situada en una antigua iglesia desamortizada y que anteriormente se llamaba La librería del Raval en la calle Elizabets.Tiene un ambiente especial, suelen ayudarte a encontrar libros y de vez en cuando aparece alguna sorpresa. Muy lejos del mundanal ruido de la Fnac donde sólo hay novedades y las hordas consumistas se abalanzan sobre los artículos de nuevas tecnologías. De vez en cuando también voy por la Casa del Llibre o la Alibri, antes Herder. Y también algunas librerías de viejo.
ResponderEliminarSaludos.
Odio La casa del libro, no soporto los lugares donde hay muchagente y me pone de muy mal humorno encontrar los que busco.
ResponderEliminarY tanto que mucha fe. Tantas ilusiones encerradas entre tinta y pasta de papel...
ResponderEliminarQué gusto disfrutar de las cosas pequeñas, Antonia, de esos momentos de soledad feliz.
Un beso.
Pero qué bonito final de entrada, Antonia. Me ha encantado. Admiración y humildad. Precioso.
ResponderEliminarSeguramente ayer nos cruzamos cuando yo salía del trabajo...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu entrada; yo disfruto mucho en Rambla Catalunya, más reservada e íntima (dentro de lo que cabe).
Besos.