Llevaba mucho tiempo esperando que algo así ocurriera.
En el fondo, debo reconocer, lo ansiaba.
He ido tres veces al zoológico en mi vida, la primera para conocerlo yo, la segunda para que lo conociera mi hijo mayor y la última para que fuese mi pequeña la que lo visitara. Mi misión para con ellos era constatar lo injusto y antinatural de ese recinto para criaturas que no han hecho nada que justifique su encierro. No era necesario, ellos mismos comprendían enseguida lo antinatural de aquel lugar y nunca pidieron volver.
Me irrita y me indigna ver a los gorilas observando a los que los observan, con una mirada tristísima. Me subleva la minúscula piscina en la que viven los delfines y las orcas en lugar del mar que les es debido. Bueno, no es necesario que haga un recorrido por todo el reino animal allí prisionero, para denunciar lo que me provoca ese "lugar para niños".
Esta aversión germinó, quizá, viendo la película "El Planeta de los Simios", basada en la novela homónima de Pierre Boulle. Hablo de la original, por supuesto, no ese bódrio que hicieron con la simia a lo Michael Jackson.
No lo sé, la mente es tan esponja que todo es posible.
Por eso cuando vi en televisión a Santino reí con ganas imaginando al inteligente chimpancé lanzando piedras a sus visitantes. Piedras que primero recolecta y guarda hasta la llegada de los mirones. De manera que este homínido se prepara para "atender" a sus visitas, incluso es capaz de conseguir esas piedras golpeando el hormigón de su celda en las partes que sabe débiles.
Una maravilla, vaya.
Me fascinan los homínidos, los gorilas, chimpancés y orangutanes y desprecio profundamente a quienes los cazan para utilizar sus manos, por ejemplo, de ceniceros.
Santino es el primero. Espero que no sea el único.
¡Bien por Santino!
PD: Alguien debería averiguar el nombre de sus padres. Si se llaman Cornellius y Zira, desconfíen...