
Ha llegado. La esperaba.
Viene con su verde manto y lo cubre todo dejándome a oscuras.
Con ella llegan los recuerdos, aquellos que oculto tras una mirada lejana y media sonrisa.
Muchos creen que es negra y por eso busca la noche. Para mí es verde, como las hojas de los árboles en primavera. Como el césped húmedo después de que se vaya el Sol.
Hay quien la espera, la intuye y se encoge ocultando su rostro por temor a que se lleve el brillo de su mirada.
Otros susurran su nombre en el nombre del amado. Y se resignan.
También hay quien la niega mientras su piel se marchita, sus ojos se apagan y la sonrisa cae como las hojas de aquellos árboles que cubren con su manto seco la fría tierra.
A algunos los arrastra por los pelos y los lleva al muro de la desesperación desde donde se lanzan al vacío creyendo que en él hallaran el descanso.
Los más ingenuos se regocijan en ella, afirmando que les da sentido, grandeza. Creen que con ella todo es más hermoso, más profundo y auténtico.
Yo la espero porque estoy viva y en su camino. Sé que se irá, pero en su despedida se llevará un poco más de mí. Por eso la acepto cuando llega, pero la ayudo a marcharse. A veces le cuesta decidirse a emprender su viaje, pero yo no cejo en mi empeño, sin estridencias, sin grandes actos, le abro la puerta.
No se resiste, sabe que volverá y piensa que, quizá, algún día, no tenga que marcharse.
Estoy sonriendo, Tristeza.
Viene con su verde manto y lo cubre todo dejándome a oscuras.
Con ella llegan los recuerdos, aquellos que oculto tras una mirada lejana y media sonrisa.
Muchos creen que es negra y por eso busca la noche. Para mí es verde, como las hojas de los árboles en primavera. Como el césped húmedo después de que se vaya el Sol.
Hay quien la espera, la intuye y se encoge ocultando su rostro por temor a que se lleve el brillo de su mirada.
Otros susurran su nombre en el nombre del amado. Y se resignan.
También hay quien la niega mientras su piel se marchita, sus ojos se apagan y la sonrisa cae como las hojas de aquellos árboles que cubren con su manto seco la fría tierra.
A algunos los arrastra por los pelos y los lleva al muro de la desesperación desde donde se lanzan al vacío creyendo que en él hallaran el descanso.
Los más ingenuos se regocijan en ella, afirmando que les da sentido, grandeza. Creen que con ella todo es más hermoso, más profundo y auténtico.
Yo la espero porque estoy viva y en su camino. Sé que se irá, pero en su despedida se llevará un poco más de mí. Por eso la acepto cuando llega, pero la ayudo a marcharse. A veces le cuesta decidirse a emprender su viaje, pero yo no cejo en mi empeño, sin estridencias, sin grandes actos, le abro la puerta.
No se resiste, sabe que volverá y piensa que, quizá, algún día, no tenga que marcharse.
Estoy sonriendo, Tristeza.