Se está abriendo un debate
respecto al efecto que están teniendo las nuevas tecnologías sobre la capacidad
de los lectores y sus intereses. Que si se lee más o menos que antes, que si los lectores son de más o menos calidad. Que si escribe cualquiera... Ya sabéis, lo de siempre, pero echándole la culpa a otro.
Está claro que los libros
electrónicos han tenido una incidencia nada desdeñable en nuestro modo de leer.
No es lo mismo tener un
libro en las manos, que un lector electrónico. El primero pesa más, hay que
pasar las páginas y necesita una luz exterior. Pero huele a libro y se comunica
con nosotros, también, a través del tacto.
El libro electrónico
reacciona con un ligero toque de nuestro dedo, tiene iluminación propia, te
permite consultar con mayor facilidad, tomar notas sobre lo que lees y no pesa
apenas.
Pero esto es la espuma de
la ola, debajo hay litros y litros de aguas profundas.
Siempre nos basamos en la
relación de los lectores con estos dos tipos de lectura sin darnos cuenta de
que estamos hablando de antiguos lectores. Los lectores de siempre que
compraban un libro después de leer la sinopsis en una revista literaria o en la
librería, o porque un librero o amigo se lo recomendaba.
Pero ahora hay una nueva
clase de lector de libros, como también hay una nueva clase de escritor. Los
famosos, escriben novelas de amor y de cocina. Los blogueros escriben novelas
de blogueros. Los Youtubers escriben novelas de… Bueno, escriben novelas. Y los
escritores de pulgar escriben historias para leer en el móvil.
Para todos ellos hay una
larga cola de lectores a los que las editoriales deben satisfacer. Y digo deben
porque no hay que olvidar que una editorial es una empresa con trabajadores que
tienen que pagar las facturas, igual que un zapatero, un carnicero, un
funcionario o un escritor.
La idea romántica del
editor que apuesta por un autor después de leer su novela y quedar impresionado
por la calidad de su prosa, la historia que cuenta o la originalidad en su
manera de escribir, es eso: una idea romántica. Ahora los editores publican
libros que ni siquiera han leído porque, cito: «no tengo tiempo de leer todo
lo que publico».
Y ante esta marabunta de
escritores mediáticos que atraen lectores a los que no les gusta leer, están
los autores clásicos que miran desde su caseta de la feria cómo se forman colas
larguísimas de gente que espera para conseguir un autógrafo de su youtuber
favorito. Ese que tiene un canal en el que despotrica de todo el mundo con
mucha gracia, porque él sabe y puede.
Y esos autores clásicos,
son los mismos que hace no mucho tiempo miraban allí abajo, desde lo alto de
su torre del homenaje, a esos otros autores, a los que llamaban autopublicados y
ahora llaman indies, dedicándoles una sonrisa burlona y muchas veces
despreciativa, porque ningún editor se había leído su novela. ¿Qué se habrán
creído esos?
Esos indies han encontrado
un camino distinto para llegar a los lectores y no firman en ferias, ni salen en
la tele, ni tienen un canal de youtube, pero sí tienen lectores. Miles de
lectores a los que aún les interesa leer sin importarles si lo hacen en papel o
en ebook, porque lo que les importa es que haya una historia que les haga
soñar. Son los Gamboa, Miosi, Trujillo, Laso, Pinto…, que tienen muchas
historias que contar y que ya no necesitan intermediarios.